- Chapter 32 -

By Unknown - 11:54



Yo no podía haber estado más confundida si hubiera despertado en un país extranjero. Nada tenía sentido. Al principio pensé que había sido botada y Justin llega con bolsas llenas de mi comida favorita. Dio unos pasos hacia la sala, metiendo nerviosamente sus manos en los bolsillos. — ¿Tienes hambre, Pidge? Voy a hacerte algunos panqueques. O hay uh… hay avena. Y he conseguido alguna de esa mierda espumosa rosa con la que las chicas se afeitan y una secadora de pelo y… a…. un momento, está aquí. —dijo, corriendo a la habitación.
La puerta se abrió y se cerró, y luego dio vuelta a la esquina, el color había abandonado su rostro. Tomó una respiración profunda y juntó sus cejas. — Tus cosas están empacadas.
— Lo sé. —dije.
— Te vas. —dijo, derrotado. Miré a Carolyn, quien miraba a Justin con ira, como si ella quisiera matarlo. — ¿Realmente esperabas que ella permaneciera aquí?
— Bebé —susurró Christian.
— No me provoques, Chris. No te atrevas a defenderlo de mí. —Carolyn explotó.
Justin parecía desesperado. — Lo siento tanto, Pidge. Ni siquiera sé qué decir.
— Vamos, _____. —dijo Carolyn. Se levantó y tiró de mi brazo. Justin dio un paso, pero Carolyn lo apuntó con su dedo. — ¡Dios, ayúdame, Justin! ¡Si intentas detenerla, te empaparé en gasolina y prenderé fuego mientras duermes!
— CAROLYN! —dijo Christian, sonado un poco desesperado. Pude ver que él estaba dividido entre su primo y la mujer que amaba, y me sentí terrible por él. La situación era exactamente como la que él había estado tratando de evitar todo el tiempo.
— Estoy bien. —dije, exasperada por la tensión en la sala.
— ¿A qué te refieres con que estás bien? —preguntó Christian, casi esperanzado.
Rodé mis ojos. — Justin trajo mujeres a casa del bar anoche, ¿Y qué?
Carolyn parecía preocupada. — Uh, _____. ¿Estás diciendo que estás bien con lo que pasó?
Los miré a todos. — Justin puede traer a casa a quien quiera. Es su apartamento.
Carolyn me miró como si hubiera perdido la cabeza, Christian estaba al borde de una sonrisa y Justin parecía peor que antes. —  ¿Tú no empacaste sus cosas? —preguntó.
Sacudí la cabeza y miré el reloj; pasaban de las dos de la tarde. — No, y ahora voy a tener que desempacar todo. Todavía tengo que comer, ducharme y vestirme… —dije, caminando hacia el baño. Una vez que cerré la puerta detrás de mí me recosté contra ella y me se deslicé hasta el suelo. Estaba segura de que había hecho enojar a Carolyn más allá de poder reconciliarnos, pero le hice una promesa a Christian y tenía la intención de mantener mi palabra.

Un suave golpe en la puerta se escuchó encima de mí. —  ¿Pidge? —dijo Justin.
— ¿Sí? —dije, tratando de sonar normal.
— ¿Te vas a quedar?
— Puedo irme si quieres que lo haga, pero una apuesta es una apuesta.
La puerta vibraba a causa de los suaves golpes que Justin le daba con su frente. — No quiero que te vayas, pero no te culparía si lo hicieras.
— ¿Estás diciendo que estoy liberada de la apuesta?
Hubo una larga pausa. — Si digo que sí, ¿Te irás?
— Bueno, sí. Yo no vivo aquí, tonto —dije, forzando una pequeña risa.
— Entonces no, la apuesta sigue en pie.
Miré hacia arriba y sacudí la cabeza, sintiendo como las lágrimas hacían que me ardieran los ojos. No tenía idea de por qué estaba llorando, pero no podía detenerlo.
— ¿Puedo tomar una ducha, ahora?
— Sí… —Suspiró. Escuché los zapatos de Carolyn entrar en la sala y pasando fuerte junto a Justin. — Eres un bastardo egoísta. —Gruñó, azotando la puerta de Christian tras de ella. Me levanté del suelo, abrí la llave de la regadera y luego me desnudé, tirando de la cortina detrás de mí. Después de otro golpe en la puerta, Justin aclaró su garganta. —  ¿Pigeon? Traje algunas de tus cosas.
— Sólo déjalas en el lavamanos. Yo me encargo.
Justin entró y cerró la puerta detrás de él. — Estaba enojado. Te escuché escupirle todo lo que está mal conmigo a Carly y me enfureció. Sólo quería salir, y tomar unas copas, y tratar de entender algunas cosas, pero antes que lo supiera, estaba borracho y esas chicas… —Hizo una pausa— Me desperté esta mañana y no estabas en la cama, y cuando te encontré en el sillón reclinable y vi los paquetes en el piso, me sentí enfermo.
— Simplemente podrías haberme preguntado en lugar de gastar todo ese dinero en el supermercado para sobornarme para quedarme.
— No me importa el dinero, Pidge. Tenía miedo de que te fueras y nunca me hablaras de nuevo.
Me estremecí ante su explicación. No me había detenido a pensar en cómo le haría sentir el oírme hablar sobre lo mal que él estaba para mí, y ahora la situación estaba demasiado desordenada para salvarla.
— No quise herir tus sentimientos. —dije, parada bajo el agua.
— Sé que no lo hiciste. Y sé que no importa lo que diga ahora, porque jodí todo… como siempre lo hago.
— ¿Justin?
— ¿Sí?
— No conduzcas ebrio en tu moto, ¿Está bien?
Esperé durante un minuto completo, hasta que finalmente tomó una respiración profunda y habló. — Sí, está bien. —dijo, cerrando la puerta detrás de él.

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