- Chapter 101 -

By Unknown - 20:19



Cuando los pasteles se terminaron, los hermanos de Justin comenzaron a limpiar la mesa y los gemelos se dirigieron al fregadero.
— Yo lo hago. —dije, poniéndome de pie.
Jeremy sacudió la cabeza. — No, no lo harás. Los chicos pueden encargarse de eso. Justin y tú vayan al sofá a descansar. Has trabajado duro, hermana.
Los gemelos se salpicaron el uno al otro con el agua y Jeydon maldijo cuando se resbaló en un charco y dejó caer un plato. Jason les llamó la atención, tomando la escoba y el recogedor para barrer los vidrios. Jeremy les dio unas palmaditas a sus hijos en los hombros y luego me abrazó para retirarse a su habitación. Justin puso mis piernas sobre su regazo y me quitó los zapatos, masajeando las puntas de mis pies con los pulgares. Incliné mi cabeza hacia atrás y suspiré.
— Este ha sido el mejor Acción de Gracias que hemos tenido desde que mamá murió.
Levanté la cabeza para ver su expresión. Estaba sonriendo, pero estaba teñida de tristeza.
— Me alegro haber estado aquí para verlo.
La expresión de Justin cambió y me preparé para lo que estaba a punto de decir. Mi corazón latía con fuerza con mi pecho, con la esperanza de que me preguntara que volviera con él para poderle decir que sí. Lo que sucedió en Las Vegas parecía una eternidad, sentada en el hogar de mi nueva familia.
— Soy diferente. No sé lo que me pasó en Las Vegas. Ése no era yo. Estaba pensando en todo lo que podría comprar con ese dinero, y eso fue en todo lo que estaba pensando. No vi lo mucho que te dolía el de volver allí, pero en el fondo, creo que lo sabía. Merezco que me dejes. Merecía todas las noches sin dormir y todo el dolor que he sentido. Necesitaba eso para darme cuenta de lo mucho que te necesito y lo que estoy dispuesto a hacer para mantenerte en mi vida.
Me mordí el labio, impaciente por llegar a la parte en la que diría que sí. Quería que me llevara de regreso al departamento y pasar toda la noche celebrando. No veía la hora de relajarme en su nuevo sofá con Toto, ver películas y reír como antes.
— Has dicho que has terminado conmigo, y lo acepto. Soy una persona diferente desde que te conocí. He cambiado… para bien. Pero no importa cuánto lo intente, parece que no puedo hacer las cosas bien contigo. Fuimos amigos primero, y no te puedo perder, Pigeon. Siempre te amaré, pero si no puedo hacerte feliz, no tiene sentido tratar de recuperarte. No puedo imaginarme estar con alguien más, pero voy a ser feliz siempre y cuando seamos amigos.
— ¿Quieres ser amigos? —Pregunté, las palabras quemándome la garganta.
— Quiero que seas feliz. Sin importar qué.
Mis entrañas se contrajeron antes sus palabras, y me sorprendió el dolor abrumador que sentía. Me estaba dejando libre y era exactamente cuando no lo quería. Le podría haber dicho que había cambiado de opinión y él retiraría todo lo que acababa de decir, pero sabía que no era justo para ninguno de los dos volver justo en el momento en el que él me había dejado salir.
Sonreí para luchar contra las lágrimas. — Cincuenta dólares a que me lo agradecerás cuando conozcas a tu futura esposa.
— Esa es una apuesta fácil. La única mujer con la cual deseo casarme acaba de romperme el corazón.
No pude fingir una sonrisa después de eso. Me sequé los ojos y luego me levanté. — Creo que es hora de que me lleves a casa.
— Vamos, Pigeon. Lo siento, eso no fue gracioso.
— No es eso, Justin. Estoy cansada, y estoy lista para ir a casa.
Él respiró hondo y asintió con la cabeza, poniéndose de pie. Abracé a sus hermanos despidiéndome de ellos, le pedí a Jeydon que le digiera adiós a Jeremy por mí. Justin estaba en la puerta con nuestros bolsos mientras todos se ponían de acuerdo para volver a casa para Navidad, y yo contuve la sonrisa el tiempo suficiente hasta salir por la puerta.

Cuando Justin me acompañó a Morgan, su expresión todavía era de tristeza, pero el tormento había desaparecido. Este fin de semana no fue un truco para ganarme de vuelta, después de todo. Era una clausura.
Se inclinó para besar mi mejilla y sostuvo la puerta abierta para mí, mirando mientras caminaba al interior.
— Gracias por hoy. No sabes lo feliz que hizo a mi familia.
Me detuve en la puerta inferior de las escaleras. — Les dirás mañana, ¿no?
Él miró hacia el estacionamiento y luego a mí.
— Estoy casi seguro que ya lo saben. No eres la única con una cara de póquer, Pidge.
Lo miré fijamente, sorprendida, y por primera vez desde que lo había conocido, se alejó de mí sin mirar atrás.

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