ULTRAMARATÓN { Capítulo 45} {4/14}

By Unknown - 12:42



Justin me miró con un signo de interrogación en su rostro. Me
aparté de él.
—Puede que le den la condicional. Hay una audiencia en de un par
de semanas.
—Pero tiene para dos años más.
—Lo sé, pero ya sabes cómo funciona. Consiguió la cita hace casi
dos meses, pero olvidaron dejárnoslo saber.
—No pueden dejarlo salir —susurré.
—Sí que pueden.
—¿Podemos ir?
—Deberíamos poder, ya que los dos somos víctimas. También
deberían haber llamado.
Había recibido una llamada antes, pero dejé que fuera al buzón de
voz ya que no conocía el número. ¡Qué idiota!
—¿Qué pasa? Estás temblando. —Justin puso sus manos sobre mis
hombros.
—¡No me toques, joder! —grité.
—¡_____! No te asustes. Todo saldrá bien. No dejarán que salga.
¿Dónde estás? —dijo Tawny.
—En Camden.
El poco oxígeno que había en mis pulmones salió en una
bocanada de aire. —¿Qué?
::
—¿Qué estás haciendo allí?
—Nada importante.
—Bien, bien, quiero que regreses a tu apartamento y te quedes allí.
¿Hay alguien que se quede contigo?
—Ajá. —Justin no me tocó, pero comenzó a guardar nuestras cosas.
—Es Justin, ¿no? ¿Se lo has dicho? —dijo Tawny.
—No.
—Déjame hablar con él.
—¡NO!
—No voy a contárselo. Déjame hablar con él.
—Quiere hablar contigo. —Le entregué el teléfono. Nada de lo que
había dicho sobre Travis parecía real.
—Hola, Tawny, ¿qué pasa? —Su voz estaba entrecortada. Se alejó
de mí y escuchó, y después respondió en voz baja—. Está bien, vamos.
No me moví. No estaba segura de que pudiera.
—Suponíamos que tendríamos dos años más. Luego me marcharía
de aquí y me iría donde no pudiera encontrarme —dije a cualquiera que
escuchara.
—Vamos, tenemos que llevarte a casa —dijo Justin. Mis piernas no
obedecerían—. Está bien, nena, voy a levantarte, ¿de acuerdo?
—No, puedo hacerlo. —Alcancé su mano y me levantó.
—No siempre tienes que hacer todo por ti misma —dijo, tomando mi
brazo con una mano y llevando su guitarra con la otra.
Me tropecé como si estuviera borracha de regreso al coche de
Justin. No quería que me tocara, pero luego me di cuenta de que no
habría podido volver al coche por mí misma.
Justin no pidió detalles mientras conducía lo más rápido que pudo
por la sinuosa carretera hacia abajo de la montaña.
—Baja la velocidad.
—Te estoy llevando a casa.
—Bueno, me gustaría llegar de una pieza.
—Bien.
—¿Tawny te lo dijo?
::
No. Dijo que tú lo harías. Lo único que me dijo fue que te llevara a
casa y nos quedáramos allí.
—¿No te dijo nada más?
—No. ¿Deseabas que lo hubiera hecho?
—Entonces supongo que estás esperando una explicación. —Mi
conmoción se descongelaba un poco con él allí.
—He querido una desde que te conocí. Tienes la palabra secreto
escrita sobre ti. Pero yo no soy nadie para hablar de eso. Me gustaría que
confiaras en mí. Sé que no debe ser fácil para ti cargar con ello.
—No lo es. —No iba a llorar.
—Me gustaría ayudarte. Decirte lo de mis padres me hizo sentir
mejor, no peor. A parte de la familia, tu eres la única a quien realmente se
lo dicho, y fue aterrador, pero después me sentí bien. La verdad nos hará
libres y todo eso.
—Tengo miedo de lo que vayas a decir.
—Missy, no hay nada que puedas decirme que me haga pensar
diferente.
Oh, pero lo había. Tenía el poder de cambiarlo todo. Sobre todo
ahora. —Me gustaría poder creer eso.
—Entonces hazlo. Créelo. Créeme.
Quería. Más que nada.
Me senté en mi asiento y traté de calmar mi acelerado corazón. Puse
de nuevo The Head and the Heart. Me pareció que el folk, con melodías
blue-grass era ligeramente calmante.
—¿Puedes darme mi teléfono? —dijo cuando llegamos a la entrada
del parque. Detuvo el coche, pero lo dejó encendido. Le pasé el teléfono
y marcó la marcación rápida.
—Hola, Mase. Necesito un favor. ¿Te puedes llevar a Dare toda la
noche? Necesito un poco de tiempo con _____. Sí. Ajá. Gracias, hombre.
Sí, ya sé que te lo debo. Gracias. Adiós.
Golpeó para marcar otro número. —Hola, Ne. ¿Me puedes hacer un
favor? _____ y yo, um, necesitamos otra noche. Sí. No, lo haré. No te
preocupes. Nos vemos mañana. Adiós.
Tiró el teléfono en su soporte para vasos.
::
—Pensé que no querrías mucha gente alrededor atosigándote. —Me
conocía demasiado bien—. No voy a ninguna parte, ¿de acuerdo?
—Sí.
Toda la lucha había salido de mí. Mi mente ya imaginaba a Travis
saliendo de la cárcel y luego cumpliendo la promesa que me hizo esa
noche.
No hablé durante la siguiente media hora mientras Justin conducía
tan rápido como podía sin dejar de conducir con seguridad. Seguí
oyéndole contar en voz baja.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco.
Lo escuché y me dejé llevar por una especie rara de insomnio. Era
como esa sensación cuando miras fijamente hacia el espacio. Sólo que no
terminó.
En el momento en que llegamos al apartamento, Renee y Darah ya
se habían ido. Nos habían dejado una pequeña sorpresa en forma de un
corazón hecho de pasteles.
—Mírame —dijo Justin, mientras entrábamos por la puerta.
Racionalmente, sabía que no había manera de que Travis estuviera allí,
pero de todos modos mi cabeza se asomó—. Nadie va a hacerte daño.
No eres una chica débil. Me metiste una patada en las pelotas a las
primeras horas de conocerme. No le tienes miedo a nadie —dijo.
Sólo tenía miedo de una persona. —Estoy bien.
—No, no lo estás. Ve a darte una ducha y prepararé algo para
cenar.
—No tengo hambre.
—Lo siento, pero Tawny me dijo que hiciera algo de comer. —Eso era
algo que ella diría. También solía obligarme cuando éramos más jóvenes.
—No me digas qué hacer.
—Está bien.
Fue a la nevera y empezó a reunir los ingredientes.
—Voy a darme una ducha.
—Está bien, entonces. —Sonrió y sacudió la cabeza.
Poco a poco abrí la puerta de mi habitación con el pie. Esperé un
segundo antes de entrar y encender la luz. Poco a poco entré, mi corazón
::
latía todo el tiempo. Eché un vistazo completamente en cada rincón antes
de entrar en la habitación.
Agarré mi ropa y otras cosas para ducharme tan rápido como pude
y corrí al baño. Me di una ducha rápida, saltando con cada ruido. Me
acordé también de este sentimiento. Había vivido años de mi vida así, pero
se había amortiguado en los últimos pocos. Ahora estaba de vuelta con
toda su fuerza, volvía a tener doce años de nuevo y vomitaba por miedo
todos los días. Casi me había dado una úlcera. Fue entonces cuando la
terapia había comenzado.
Salí y Justin estaba ocupado con la sopa de tomate y unos
sándwiches de queso asado.
—Hice los margherita que te gusta, junto con el aguacate —dijo.
—No tengo hambre.
—Te vas a comer un maldito sándwich y un plato de sopa, incluso
aunque tenga que darte un beso para someterte. ¿Entiendes?
—Por favor, no me toques.
—Entonces come.
—Te odio.
—Buen intento. No voy a irme a ninguna parte. —Puso el sándwich
en un plato, lo cortó transversalmente para que pudiera ver la mozzarella
que se derretía. Normalmente lo hubiera devorado y me quemaría la
boca, pero no quería comer nunca más.
Se sirvió un plato de sopa. Incluso había añadido leche para que
fuera cremosa.
—¿Por qué no tenemos una bandeja? Tenemos que conseguir una
bandeja —murmuró.
No tenía ni idea de qué hablaba. Me pasé los dedos para peinar mi
cabello y esperé a que viniera.
—Ve a sentarte en el sofá.
—No me digas qué hacer. —No quería que me tratara como a un
inválido. Lo que es peor, no quería que me tratara como si tuviera que
cuidarme. Como si fuera una especie de carga. Una persona a la que
estaba obligado a cuidar.
Fui y me senté en el sillón en vez del sofá y encendí la televisión,
cambiando de un canal a otro, sin ni siquiera darme cuenta de lo que
había antes de cambiarlo.
::
—Aquí tenemos. —Puso el plato y la taza sobre la mesa,
acercándolo al sillón reclinable. Me entregó una cuchara y una servilleta—
. Te aconsejaría que comieras, pero no estoy diciendo qué lo tengas que
hacer. Ya que no quieres que lo haga —dijo.
—Así es.
Alcanzó su cena y se sentó en el extremo opuesto del sofá, tan lejos
de mí como podía y todavía estar mientras estuviera en la sala de estar.
Me encontré con un maratón
comenzando con Pretty Woman. De comedias románticas.
—Tiene demasiados dientes. Y una prostituta nunca se ve así, te lo
puedo garantizar —dijo Justin, sentándose y comiendo su emparedado.
Lo ignoré y traté de ver la película, pero seguí saltando con cada
pequeño sonido. Mi cerebro se había convencido de que Travis iba a
entrar a través de la puerta en cualquier momento. Deseaba tener un
objeto punzante, pero tendría que conformarme con la cuchara o el
mando a distancia. O con Justin. Probablemente lo usaría como un arma
en caso de apuro.
—¿Puedo ofrecerte algo? —dijo. ¿Qué tal un arma? Me sentiría
mucho mejor si tuviera una. Oh, ¿Por qué no había ido aún al campo de
tiro?—. ¿_____?
—¿Qué?
—¿Puedo ofrecerte algo? —repitió.
—No.
—¿Estás segura?
—¿Por qué no me dejas en paz? —espeté.
—Tal vez si me dijeras lo que te tiene así, lo haría. Hasta entonces,
estaré vigilándote como un halcón. —No me gustó su intensa mirada, pero
yo tampoco quería estar sola. Así que estaba a partes iguales, de acuerdo
en tenerlo allí.
—Estoy bien.
—Seguro. —Se levantó para tomar mi plato y me aparté de él.
—Oh, Missy, me gustaría que me lo dijeras. Negué con la cabeza,
apretando mis cerrados labios—. Qué cabezota eres. —Llevó nuestros
platos al fregadero y empezó a lavarlos, tarareando la canción de platos
que había escrito. Traté de mantener mis ojos pegados a la película.
::
Tenía la costumbre de tener mucho frío cuando me estaba
volviendo loca y empecé a temblar incontrolablemente, los dientes me
castañeaban. Me envolví los brazos, tratando de evitar volar en mil
pedazos. Había pensado que esto había terminado. Nunca vi llegar el día
que iba a salir realmente, pero tal vez no lo dejaría escapar. Tal vez podría
enviarlo a prisión para que se quedara el resto de su tiempo.
Pero todavía tenía que verlo. Eso era lo que me asustaba más que
nada. Eso era lo que no quería decir a nadie. Que toda mi ira y confianza,
eran en realidad, un miedo interno de una niña de doce.
—Toma —dijo Justin, viniendo detrás de mí y colocando una manta
sobre mí.
—No me toques.
—Sólo te estoy poniendo una manta. Cálmate.
—Dije que no me toques.
Se puso delante, ignorándome y tratando de poner la manta a mí
alrededor.
—¡Basta! —Le golpeé, pero no me soltó. Trató de levantarme, pero
estaba lista para él, puñetazos y patadas a su derecha e izquierda. Su
rostro estaba blanco. De alguna manera, me puse de pie y la manta cayó.
Era como si hubiera desatado algo oscuro y violento que se había
estado revolviendo en mi interior desde aquella noche hace ocho años.
—¡Basta! ¡Basta ya! ¡Basta ya! —Le golpeé en el pecho. Le di una
bofetada y una patada. Seguí adelante hasta que mis pulmones estaban
agitados y mis brazos doloridos, y un sollozo ahogado escapó de mi boca.
Se puso de pie con los brazos a los lados. Tenía la cara roja por mis
bofeteadas.
Mis rodillas cedieron, y me llamó antes de irme hacia abajo, darme la
mano y ponerme en el sofá.
—No me toques.
No respondió, pero envolvió sus brazos alrededor de mí cuando
comencé a sollozar. Nunca lloraba, pero ahí estaba yo, saladas lágrimas
corriendo por mi cara, que se derramaban por Justin, el chico que había
molido a palos.
Me sacudió, sus fuertes brazos rodeándome con fuerza.
Comenzó a tararear, pero estaba demasiado destrozada para
reconocer la melodía.

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