{ Capítulo 38 }

By Unknown - 19:50



Que yo realmente, realmente esperaba que llegara a compartir habitación
contigo para poder mirarte todo el tiempo.
—Se suponía que sólo usarías una palabra.
—Missy, una palabra no puede describirte. —Yo diría lo mismo de él.
—Está bien, ¿Qué tal esto? ¿Qué es lo primero que piensas cuando
te levantas?
—Tú.
Rodé mis ojos.
—¿Qué hay de ti? —preguntó.
—Lo primero que pienso es, “Oh mierda, tengo que levantarme.” Lo
segundo es, “Espero que la manta de Justin se levante.”
—Mentirosa.
Me sonrojé. Algunas veces era mentira.
—¿Qué pensaste cuando te despertaste esa mañana cuando
estábamos juntos? —preguntó.
—Segura —le dije sin pensar.
—También yo. Y caliente.
—Eres bastante caliente cuando duermes. ¿Alguna vez alguien te lo
ha dicho?
—Missy, siempre estoy caliente —dijo, echándose hacia atrás más
lejos y sonriendo.
—Lo que sea. Bueno, ¿Qué tal cuando te golpeé?
—Primero fue, “¡Ay, tiene un buen gancho derecho!”, y lo segundo
fue, “Que esa es una de las cosas más sexys que he visto”.
—¿En serio?
—Missy, no hay nada más sexy que una mujer que puede cuidar de
sí misma. En lo que a mí respecta, la década de :::: ya terminó. Aunque,
te verías malditamente linda en una falda de caniche y zapatos para
montar. Pero me gustas más cuando puedes mostrar tus rodillas y hablar sin
estar hablando. No es que hubieras seguido las reglas de todos modos.
—Cierto, maldita sea. Habría sido un ama de casa horrible.
—Sí, no te veo diciendo, “¿Cómo estuvo tu día, cariño?” y
entregándome mi pipa y pantuflas.
::
—Probablemente te los lanzaría.
—Probablemente. Y entonces tendría que castigarte —dijo con una
sonrisa maliciosa.
—¿Me echarías fuera? —Su sonrisa cayó.
—Lo siento mucho por eso. —Bajó la mirada a su plato vacío. Yo
todavía tenía un poco de pasta a la izquierda, pero lo había hecho a
propósito para que pudiera llevar algo a casa conmigo. Nunca me fui de
un restaurante sin una bolsa para llevar.
—Lo sé. Yo sólo... Tengo miedo que vas a ser dulce y agradable
ahora y todo va a estar bien y entonces voy a hacer algo y pasará otra
vez. He… He visto cómo funcionan las relaciones abusivas, y no quiero eso.
—Yo nunca lo haría, quiero que nunca me tengas miedo, nunca.
—Entonces, asegúrate de que nunca suceda. Porque si es así, me
habré ido, y probablemente te falten uno o más apéndices.
—Esa es mi chica —dijo. Puse mi tenedor en la mesa y el camarero se
acercó a preguntarnos si queríamos postre—. ¿Quieres compartir algo?
—¿Tiene pastel de terciopelo rojo? —dije.
—Por supuesto —dijo el camarero, como si fuera una pregunta
ridícula. ¿Cómo me atrevo a suponer que no tienen pastel de terciopelo
rojo? Los nervios.
—Traiga dos tenedores, por favor —dijo Justin. El camarero asintió—.
¿Quieres seguir jugando?
—¿Por qué no?
—Está bien. ¿Qué fue lo primero que pensaste cuando me viste en
sexualidad humana? —Una mujer que había estado escuchando desde la
mesa de al lado casi se atragantó con el filete miñón.
Eso fue lo que le pasó por escuchar.
—¿Honestamente? “Oh, joder” —susurré la última parte para que la
mujer realmente no se ahogara. No quería ser responsable de eso—. ¿Tú?
—Acostarse.
—Cabrón.
El pastel llegó y fue glorioso, con toneladas de crema y llovizna de
chocolate y era casi demasiado bonito para comer. Casi.
::
—Las damas primero —dijo Justin cuando cada uno fuimos al
asunto con nuestros tenedores. Malditamente bueno.
Casi tuve un pasteorgasmo en la mesa. Mis ojos rodaron de vuelta a
mi cabeza, y gemí.
—Dulce Cristo. —Abrí mis ojos para encontrar a Justin mirándome
con la más extraña expresión en el rostro—. ¿Qué? Es realmente bueno,
deberías probar un poco —le dije, empujando el plato hacia él. Era un
testimonio de lo avergonzada que estaba por el pasteorgasmo que estaba
incluso compartiendo del todo.
—Lo juro, si no hubiera una mesa entre nosotros, estaría besándote
ahora. Y no muy gentilmente.
Puse mi tenedor en el plato y tragué así no me ahogaría.
—No parecía importarte sobre el sillón reclinable —le dije.
—Es verdad. Pero no había audiencia, y ese es un sillón muy feo. Y
esta es una muy bonita mesa. También hay vidrio y cosas filosas, no me
gustaría hacerte daño.
—Buen punto. Por favor, toma un poco.
—Si vas a hacer ese ruido y cara de nuevo, no sé si puedo dejarte
que tengas más.
—Seré buena. Lo juro.
—Tú no eres buena. Ese es el problema.
—Tienes razón. No lo soy —le dije, dándole mi propia sonrisa—. Lo
intento, sin embargo.
—Cruel. Esa es la palabra que te describe en este momento.
—Sólo tengo un pedazo de pastel.
Tomó el tenedor y le dio un mordisco.
—Maldita sea. Es bueno. —Tuvo otro bocado y luego tuve que luchar
con él por el resto del pastel.
Fui capaz de abstenerme de cualquier muestra pública de afecto al
pastel. —Te lo dije.
—Eso es un fino y poderoso pastel —dijo, con un acento sureño. Mi
mandíbula pudo haber caído un poco—. ¿Qué? Sabes que soy medio-
Texano. Puedo sacarlo de vez en cuando. He intentado deshacerme de él,
pero sale de vez en cuando, especialmente cuando paso tiempo con mi
familia.
::
—¿Tienes más familia en Texas?
—La familia de mi padre se trasladó allí desde Nueva York cuando él
era un niño. No los veo mucho.
El camarero vino a tomar nuestro plato de pastel y me recosté en mi
silla. Estaba satisfecha.
—¿Me disculpas? —dijo Justin. Levanté una ceja ante su evidente
cortesía—. Estoy siendo un caballero, no lo arruines.
—Sí, puede ser disculpado, Sr. Bieber.
—Gracias, señorita Caldwell. Volveré en un momento. —Se levantó y
salió del restaurante. ¿Qué él qué?
—¿Está lista para la cuenta? —El camarero estaba de vuelta.
—Um, seguro. —Miró al asiento vacío de Justin con desaprobación
como si hubiera salido corriendo, dejándome.
—Estará de vuelta. —Sentí la necesidad de decir.
—Por supuesto. —No me creyó.
Pasé los siguientes treinta segundos mirando la puerta, rezando que
Justin caminara a través de ella. Finalmente lo hizo, y tenía algo con él. Su
guitarra.
¿Qué demonios hacías?
No volvió a la mesa, si no que fue hacia el tipo que tocaba el piano,
interrumpiéndole en mitad de una canción. Justin se inclinó para hablar
con el pianista, que, para su crédito, siguió tocando. Justin hizo un gesto
con sus manos, como lo hacía cuando realmente quería transmitir su
punto. El Hombre del piano asintió y luego Justin dijo algo que le hizo
sonreír.
Acabo su canción con broche de oro y se levantó. Todo el
restaurante se volvió hacia ese lugar. El hombre del piano saludó a un
camarero y explicó rápidamente la situación. El camarero fue a buscar un
banco y movió el micrófono lejos del piano. Podía ver a donde iba esto.
Justin se sentó en el banco y sacó su guitarra, estableciéndose para
poder tocar. Todo el mundo observó con fascinación.
—Hola a todos. Lamento interrumpir su cena. Sólo voy a tomar unos
minutos de su tiempo. —Se ajustó la correa, y me di cuenta de que estaba
nervioso. Su rodilla iba a mil por hora—. Sólo quería tocar una canción para
mi chica, _____, por ahí. Aceptó venir conmigo aquí esta noche, incluso
::
después de que no fui muy amable con ella. Esto es parte de mi disculpa.
Espero que te guste.
Todo el mundo me miró, y me sentí como si estuviera bajo un foco de
más o menos la luminosidad del sol. No me ruborizaba, pero lo hice en ese
momento.
Comenzó la canción, e inmediatamente la reconocí como “Fix You”
de Coldplay. Era una canción vieja, pero una que siempre había amado.
Nunca le había dicho que lo hacía, y me pregunté si lo había hecho por
eso, o la había escogido por su cuenta. No importaba.
Su voz se envolvió alrededor de la canción y me di cuenta que la
había cantado cientos de veces. Me senté y lo observé. Había empezado
mirando la guitarra, pero pronto levantó la mirada para encontrar mis ojos.
La letra era perfecta para nosotros dos.
Ambos estábamos rotos, tratando de ser inquebrantables, tal vez
sólo necesitábamos un poco de ayuda.
No para repararnos el uno al otro, si no para ayudarnos a arreglarlo
nosotros mismos.
La charla en el restaurante cesó mientras Justin cantaba acerca de
las luces guiándote a casa. La mujer que había estado escuchando se
secó sus ojos con su servilleta.
—Y yo tratare, de repararte —terminó la canción y la habitación
quedó en silencio durante medio segundo. Luego hubo un puñado de
aplausos que se construyó hasta que Justin estuvo obligado a levantarse y
hacer una reverencia.
—Lo siento Missy. Gracias por su atención —dijo en el micrófono
antes de regresar a nuestra mesa. Se sentó lentamente, como si estuviera
esperando a que yo le gritara—. ¿Y bien? —dijo, después de que no le
respondí.
—Realmente no sé qué decir.
—Nunca en tu vida has perdido las palabras. Déjame tenerlas. Lo
odiaste.
—No, no lo hice.
Podía sentir a todos los demás escuchándonos.
—¡Oh, cariño, perdónalo! Mi marido nunca haría algo romántico —
dijo la espía. Su marido parecía avergonzado. Esperé por alguien más para
dar su opinión, pero nadie más se acercó.

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