{ Capítulo 4 }

By Unknown - 12:47



Maratón (Happy birthday)


—Voy a hacer un trato contigo, Missy.
—¿Por qué iba a querer hacer un trato contigo?
Sonrió, como si hubiera esperado que yo dijera eso.
—Sólo escúchame. Si puedes probarme que me odias,
absolutamente me odias, entonces me iré. Encontraré un sofá donde
dormir.
Resoplé. —Eso debería ser fácil, puedes ir a empacar tus cosas
ahora.
—No has escuchado el resto del trato. Si puedes probarme que me
amas, absolutamente me amas, me iré. —Por primera vez su rostro era
serio.
—¿Estás jodidamente bromeando? Nunca, jamás amaría a un tipo
como tú. —Nunca lo haría, jamás amaría a nadie, pero eso no venía al
caso.
—Demuéstralo. Si puedes probar cualquiera de esas cosas para el
final del semestre, me iré.
—Tu trasero estará fuera de aquí antes de eso.
Su sonrisa era fácil. Estaba jugando conmigo.
—Tal vez, tal vez no. Pero pareces el tipo de chica a la que le gusta
un desafío.
El espacio del pequeño baño se contrajo a mí alrededor, las paredes
nos empujaban más cerca. Dio un paso hacia mí y luego otro. Retrocedí
hasta que mis piernas golpearon el inodoro.
—Pruébalo. Demuéstrame que me odias. —Su voz era suave y sus
ojos eran demandantes. Mi respiración se volvió desesperada y mi visión se
redujo a esos ojos azules. Algo se rompió y mi instinto de lucha se hizo
cargo.
Antes de que pudiera acercarse más, me eché hacia atrás y estrellé
mi puño en su mandíbula y mi rodilla en su ingle. Se dobló, agarrándose su
cara y sus pelotas. —Jódete, te odio. Nunca me arrincones de nuevo. ¡Hijo
de perra! —En su comprometida posición, fui capaz de empujar a su
alrededor y abrir la puerta para encontrar tres rostros aturdidos.
—¿Qué le hiciste? —dijo Renee.
—Nada —dije, empujando por delante de ellos y corriendo por el
pasillo. Bajando las escaleras y saliendo del edificio. Mis pulmones tiraron
como si hubiera estado corriendo varios kilómetros en el gimnasio y sólo
::

acababa de permitirles descansar. Puse mis manos sobre mis rodillas y
jadeé, sintiendo como si mis pulmones nunca estuvieran llenos de nuevo.
Las personas me daban miradas extrañas mientras descargaban sus
pantallas de lámparas, las almohadas y los cajones de cama de sus
coches. Los ignoré y comencé a caminar por la banqueta hacia el
estacionamiento. Y marqué el número de Tawny, esperando que estuviera
en su hora de almuerzo.
—Hola, Kid, ¿Cómo va la mudanza? —La voz de Tawny trajo calma
instantánea, al igual que su uso de mi apodo. Todos en mi familia siempre
me habían llamado Kid.
—No creerás el día que he tenido.
—Cuéntame —dijo sin dudarlo.
Procedí a contarle mi versión de los acontecimientos del día,
incluyendo el puñetazo Justin. Tuve que sostener el teléfono con mi mano
izquierda porque mi mano derecha había comenzado a hincharse por su
encuentro con la mandíbula de Justin. Iba a necesitar un poco de hielo
pronto. Me sorprendió que nadie me persiguiera, pero Darah y Renee
sabían acerca de mis inesperadas salidas. Sabían dejarme en paz y darme
mi espacio. No había sido la primera vez que me habían visto así. Traté de
mantener la mayor parte de ello bajo control, pero Justin había
presionado mis botones. Nunca nadie me arrinconó en un espacio
pequeño y salió ileso.
—Oh, Kid, ¿por qué hiciste eso?
—Me acorraló, ¿qué se supone que debía hacer? —Mi mano estaba
roja y comenzaba a adquirir un precioso tono morado.
—Podrías haberle dicho que retrocediera. Hubiera sido lo más lógico
para hacer.
—Tú sabes que no soy una persona lógica.
—No me digas —suspiró y la escuché comiendo algo—. ¿No crees
que deberías hablar con alguien de nuevo? —Me había preguntado lo
mismo por lo menos mil veces.
—Debido a que funcionó tan bien antes. No, gracias.
Tawny suspiró de nuevo. Finalmente encontré mi coche, Sassy, un
Dodge Charger rojo, en el estacionamiento y presioné el botón de
desbloqueo. Me senté en el asiento del conductor con la puerta abierta,
charlando con Twany sobre la mudanza y cosas estúpidas. Cualquier cosa
menos Justin.
::

Podía hablar con ella durante horas todos los días y todavía
encontraría algo que decir. Teníamos seis años de diferencia y éramos tan
cercanas como dos personas podían serlo sin ser gemelos. No es que
nuestras personalidades fueran similares, porque no lo eran. Tawny era más
bonita, más inteligente y más popular. Yo era más chiquita, no tan bonita y
enojona. Intentaba no estar tan enojada y no lo estaba la mayor parte del
tiempo, pero a veces eso sólo sucedía. Como Justin había echo que
sucediera hoy.
—¿Cuándo vas a venir a verme? —pregunté.
—Probablemente este fin de semana. ¿Almuerzo en Margarita? —Era
uno de nuestros favoritos semi-cadena restaurantes Mexicanos.
—Acepto. Oye, me olvidé por completo de traer ese lindo par de
pantalones de pijama y el top que va con él. ¿Puedes pasar por casa y
conseguirlos por mí?
—Supongo que sí. ¿Vas a comprar mi almuerzo?
—Supongo que sí —le dije.
—Oye, me tengo que ir. Pero llámame esta noche. Llámame antes
de que golpees a alguien de nuevo, ¿de acuerdo? Vas a tener que
controlarte si vas a vivir con ese chico. Además, probablemente deberías
poner hielo en tu mano.
—No estoy viviendo con él.
—Sí, nena, lo están un poco. A menos que ganes la apuesta. ¿Cómo
demonios vas a salir de eso?
—No tengo ni una jodida idea. Técnicamente no lo acepté.
—Creo que tú dándole un puñetazo y pateándolo en las pelotas fue
una especie de apretón de manos.
—Lo que sea. Te llamaré más tarde. Manda un texto si quieres.
—Adiós, Kid.
—Adiós Tawn. —Di clic a mi teléfono y apoyé mi cabeza en mi
volante.
¿Qué demonios iba a hacer?

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