{ Capítulo 10 }

By Unknown - 18:05



Sonrió, claramente entusiasmado.
Nop.
—Tienes que estar bromeando.
—Por supuesto, no tengo mucho que aprender, pero pensé que
podía utilizar mis conocimientos y obtener una A fácil. —Se deslizó junto a
mí y se sentó en el escritorio roto, dejando su bolsa en el suelo a mis pies.
—Tú no estás en esta clase.
—Sí, lo estoy. ¿Quieres ver mi horario? Voy a probarlo.
—Lo que sea —dije, volviendo a mi libro y girando para darle la
espalda tanto como era posible en aquel pequeño espacio.
—Ya sabes, si alguna vez quieres practicar cualquiera de las técnicas
que vamos a discutir, yo estaría feliz de ser tu compañero de estudio —dijo
en voz baja. Por alguna razón, su voz tranquila hizo la propuesta aún más
atractiva. No como si me estuviera muriendo por ella.
—Que te jodan —dije, antes de darme cuenta en lo que me había
metido.
—Me gustaría.
—Pensaba que uno no jodía con la gente que le gusta. —Lo miré por
el rabillo de mi ojo. Estiró los brazos por encima de su cabeza, su camisa
subiendo y mostrando sólo un poquito de su estómago. Alejé mis ojos
rápidamente. No era como si yo no lo hubiese visto la noche anterior.
—Para ti, Missy, haría una excepción.
Eché un vistazo a mi teléfono, pero aún así tenía por lo menos quince
minutos más hasta que la clase comenzara. La habitación estaba casi
llena, y la charla hacía eco en el espacio acústicamente sintonizado.
—Estaba pensando en hacer la cena esta noche. ¿Estás dentro?
¿Qué le pasaba? En serio, tenía que ser bipolar. O realmente,
realmente le gusta jugar conmigo. O tal vez era un poco de ambos. No
debería responder.
—¿Qué harás?
—Dime lo que te gusta y lo haré. —Sonrió, pero era diferente a su
sonrisa arrogante. Esta era más genuina. La sonrisa que cualquiera le daría
a un amigo si no lo ha visto en mucho tiempo. Abierta y honesta.
—¿De verdad harías lo que te pida?
::

—¿Por qué no?
Tenía que haber una trampa.
—Me hiciste pagar por una canción, ¿qué tengo que hacer por una
cena?
—Sentarte a mi lado mientras comemos.
—¿Eso es todo? —No podía ser.
—Eso es todo —dijo, abriendo sus manos.
Entrecerré los ojos, tratando de descubrir la trampa que yo sabía que
estaba allí. Sólo me miró tan inocentemente que me dieron ganas de reír.
Fui interrumpida por un asistente de enseñanza empujando un
montón de planes de estudio en mis manos y pidiéndome que los
repartiera. Tomé uno y le entregué la pila a Justin. Nuestras manos se
rozaron brevemente, y me alejé lo más rápido que pude, agarrando mi
cuaderno y escribiendo la fecha cuidadosamente en una esquina.

Nuestra profesora era una mujer de pelo gris, que llevaba un top
morado largo, de gasa y pantalón a juego de color púrpura. Me
recordaba a alguien que había querido ser hippie y nunca había llegado
realmente a serlo. Había un montón de ellos en UMaine:.
Nos llamó por lista mientras los asistentes recogían los últimos planes
de estudio adicionales. Había cuatro asistentes para una clase grande.
Marjorie, como se presentó a sí misma, puso el Powerpoint en
marcha, y nos llevó a través de su extenso plan de lección, incluyendo su
historia personal, las credenciales educativas, los trabajos que había
publicado, y los grados que poseía. Para alguien que se parecía a un
hada del aire, sin duda tenía un montón de títulos y reconocimientos.
No había oído nada más que cosas maravillosas de otras personas
que habían tomado la clase, y tenía que admitir que el tema me
interesaba. ¿Cómo no? El sexo era interesante.
—Apuesto a que ya abrieron el libro de texto y tomaron copiosas
notas.
Así que júzguenme, lo hojeé antes de la clase. Tenía curiosidad por
saber cómo de gráficos serían los diagramas. Resultaron bastante gráficos.
—Apuesto a que vas a rasgar las páginas y pegarlas en el yeso del
techo —susurré mientras Marjorie caminaba hacia adelante y atrás,
:
Universidad de Maine.
::

haciendo gestos con un brazo, y apretando el click a través de las
diapositivas de PowerPoint con el otro.
—Está todo aquí —dijo Justin, tocándose la cabeza.
Yo miraba hacia adelante, fingiendo estar absorta en las
diapositivas. Él me sonrió y sacó un bolígrafo, golpeándolo en la rodilla una,
dos, tres, cuatro, cinco veces antes de detenerse y comenzar de nuevo.
Le robé una rápida mirada y noté algo más detrás de su oreja
izquierda cuando movió la cabeza. Parecía otro tatuaje, pero era tan
pequeño que no podía decir lo que era.
Las chicas de atrás hablaron toda la clase. Quise decirles que se
callaran, pero no quería empezar nada. La habitación zumbó con la
charla toda la hora y media. Por supuesto, habría sido imposible mantener
a muchos estudiantes universitarios en silencio durante tanto tiempo.
Justin estuvo inquieto toda la clase. Ya fuera golpeando la pluma,
balanceando la rodilla, o estirando y contrayendo sus músculos. Era como
un niño de cinco años sosteniendo su algodón de azúcar. No me había
dado cuenta de lo mucho que temblaba el día anterior, pero tal vez no
había prestado atención. Pensaba que vibraba como si hubiera bebido
doce tazas de café. Era muy molesto.
—¿Estás en velocidad rápida? —susurré mientras Marjorie pasaba
por la escala de calificación para las asignaciones de la tarea.
—¿Eh?
—¿Estás en velocidad rápida? Tu rodilla va a mil por hora.
—Estoy bien —dijo, inclinándose y poniendo su tobillo en la rodilla
para balancearlo.
Empezó a golpear la pluma de nuevo, y me extendí para detenerlo.
Mi mano se conectó con la suya. Era la primera vez que realmente lo
tocaba. Mis dedos se cerraron sobre su puño y dejó de golpear. Quité la
mano sin mirarlo.
—Gracias —le dije.
No respondió, pero su mano se quedó quieta el resto de la clase.
Cuando llegó la hora de partir, esperaba que sólo se levantara y se fuera,
pero eso no sucedió, por supuesto. Recogió sus cosas con calma, como si
estuviera esperándome. Me tomé mi tiempo también.
—¿Tienes otra clase, o eso es todo es para ti?
—Ya he terminado por el día —le dije, poniéndome de pie.
::

Hizo lo mismo y caminó detrás de mí mientras salíamos de la sala.
Odiaba el hecho de que estuviera detrás de mí, porque de este
modo tenía una perfecta vista de mi trasero mientras yo subía por las
escaleras. Casi esperaba que lo agarrara, pero no lo hizo.
Caminamos juntos hacia la brillante luz del sol. Era cegadora
después de estar en la oscura sala de conferencias.
—¿Te importa si camino contigo de vuelta? No tengo clase otra vez
hasta las cuatro, así que pensé en dormir por un rato.
—No es como si pudiera detenerte. Es una acera libre —le dije,
mirando de izquierda a derecha antes de cruzar la calle. Caminó a mi
lado, acortando su paso para que pudiera coincidir con mis piernas
rechonchas.
—Es cierto, pero preguntarte me hace parecer una persona
agradable.
—Tú no eres una persona agradable —le dije.
Se echó a reír. —Tienes razón, no lo soy.
Sacudió la cabeza como si fuera la cosa más divertida del mundo.
No lo era, en realidad. La mayoría de las personas querían
agradarles a los demás, por lo que lo intentaban y eran demasiado
amables. Justin no era así. Él era lo que era, y no le importaba una mierda
si a la gente le gustaba o no. No importaba lo mal que me traía, tenía que
admirar eso de él. A veces me importaba demasiado lo que los demás
pensaban de mí. Debía ser una especie de liberación ir por la vida así.
No hablamos mucho mientras caminábamos. Al principio fue
extraño, pero cuanto más caminaba, más fácil era. Fue el tiempo más
largo que había oído a Justin en silencio, sin un comentario sarcástico o
insinuación sexual. Era algo bonito.
—Por lo tanto, la cena —dijo cuando entramos en el apartamento—.
¿Qué quieres que haga?
La habitación se encontraba tranquila, las otras chicas todavía
debían de estar en clase.
—¿Hablas en serio?
—Como un ataque al corazón.
Puse mi bolsa en el suelo y me incliné sobre el mostrador. De
acuerdo, Justin Bieber, puedes hacer la cena.
::

—Tostadas francesas rellenas, croquetas de batata, fresas y crema.
—¿Desayuno para la cena? Rebelde.
Me encogí de hombros. —¿Qué puedo decir? Vivo al límite. Así que,
¿crees que estás a la altura del desafío, Z? —dije, usando el apodo ridículo
que el portero había utilizado anoche.
—Pan comido. O tostado, en este caso. Voy a devorar tu tostada,
nena.
Puse los ojos en blanco. Pronto sería insensible a sus comentarios,
pero no todavía.
—Lo que sea. Voy a tomar una ducha. No, no puedes venir conmigo
—le dije, cortando cualquier comentario que pudiera hacer.
—Si cambias de opinión, ya sabes dónde encontrarme.
Por desgracia, así era.

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