{ Capítulo 14 }

By Unknown - 16:07



Justin me trató del mismo modo arrogante que había usado los
primeros dos días cuando lo conocí, lo cual era un gran cambio de la fría
indiferencia. Hizo comentarios que me hubiesen hecho sonrojar hace
algunos años. Renee volvió de su reunión y continuó dándome esa mirada
cuando él lo hacía. La mirada de te lo dije.
No iba a acostarme con Justin. No iba a acostarme con nadie, al
menos no ahora mismo. No podía si quiera pensar en sexo sin que mis
manos temblaran y mi estómago se diera vuelta.
No tenía problema con otros adultos haciéndolo, pero sabía que el
sexo era desordenado. Era complicado y algunas personas lo usaban
como un arma. No iba a dejar que jamás me sucediera algo como eso. Si
lo hiciera, sería porque quiero. Y no he conocido a nadie que me haga
querer hacerlo.
Todavía.
Se quedó despierto hasta tarde la noche del viernes tocando la
guitarra. Estaba exhausta de mi fallida cita, así que me fui a la cama. Me
preguntó si me importaba si se quedaba despierto y tocaba.
—Haz lo que quieras.
—Eso quisieras —dijo, y tocó un pequeño tema de un comercial.
Jaja. Rodé mis ojos y me tapé la cabeza con las cobijas, como si lo
estuviera bloqueando.
—Sabes que te gusta.
Sí, lo hacía. Más de lo que admitiría.
Me dormí con el ruido del rasgueo de la guitarra.
Cuando desperté, él murmuraba otra vez. Hubiera sido
completamente adorable si no hubiese estado tan alterado. Consideré
despertarlo de nuevo, pero no quería quedar mal. Así que lo dejé
continuar y escuché.
—Mami, despierta. Por favor, despierta. —Su voz sonaba asustada.
Miré alrededor y encontré un par de medias que había envuelto en
una bola y se las lancé tan fuerte como pude. Golpearon su hombro, pero
no lo despertaron. Intenté encontrar algo más. Eché un vistazo alrededor y
encontré una percha de metal en la puerta de mi armario. La desarmé y la
::

usé como un palo para pincharlo. Me tomó un par de intentos, pero
finalmente se tocó en el lugar donde lo pinchaba.
—¿Qué diablos? —dijo su voz media dormida.
Rápidamente arrojé mi palo y pretendí estar dormida. Lo escuché
girarse y pude sentir sus ojos en mí.
—¿Acabas de pincharme?
Decidí fingir no saber nada. —¿Qué? —dije, intentando poner una
voz dormida.
—Acabas de pincharme con algo.
—No lo hice. Estaba durmiendo hace un segundo.
—No, no lo estabas. Me pinchabas con ese pedazo de cable en el
piso. Muy astuto, Missy, pero no soy tonto. —Se levantó, y lo escuché tomar
mi aparato para pinchazos.
—Estaba hablando de nuevo, ¿verdad?
—Sí —contesté.
—No me digas lo que dije. Ya lo sé.
—¿Cómo?
—Porque compartía habitación con mi primo cuando crecía y hubo
un punto dónde me dijo lo que decía.
—¿Vivías con Mase? —pregunté, girándome. Esa era la primera vez
que hablaba de su familia. Era muy temprano para levantarse un sábado
por la mañana, pero esto valía la pena. Esta era la primera vez que Justin
iniciaba una conversación sobre sí mismo sin tener que atacarlo para
hacerlo.
—¿Qué sucedió con tus padres? —pregunté con tranquilidad. No
quería asustarlo.
Volvió a la cama. Giré sobre mí misma para enfrentarlo. Estaba
sentado, su espalda contra la pared con sus piernas en el borde.
—Están muertos. —El aire dejó la habitación y me fue imposible
respirar. Fui incapaz de encontrar palabras qué decirle. Nada que yo dijera
significaría algo—. Sí, es lo que creí —dijo después de uno momentos de mi
silencio.
—Lo siento. Es sólo que no sabía qué decir, no quería decir nada
estúpido. Trataba de pensar algo que no fuera estúpido. Supongo que
fallé.
::

Para mi sorpresa, rió.
—No tienes filtro. Es una de las cosas que me gustan de ti. No
empieces ahora. Di lo que quieras.
—Diría que es una de las cosas más tristes que he escuchado y que
eso explica muchas cosas.
—Sí, lo hace —dijo, mirando sus manos—. Y eres una de las pocas
personas que ha dicho lo siento, y realmente le creo. La gente dice cosas
que no significan nada todo el tiempo. Es fácil encontrar la mierda.
—Sí, lo es. —Era una descubridora de mierda profesional. Era uno de
mis talentos escondidos.
—¿Qué les sucedió?
—Algún día te lo diré —dijo, acariciando la parte de arriba de su
cabeza con su mano, como si estuviera tocando su punto de la suerte.
Decidí cambiar de táctica y hacer otra pregunta que me quemaba.
—De acuerdo, entonces cuéntame de tus tatuajes.
—Te dije que no creía en el destino, que creo en la suerte. Así que
me dije, ¿por qué no tener toda la suerte que pueda conmigo?
—¿Cuántos tienes?
Giró su brazo y me mostró el siete. —Uno —dijo, y entonces movió su
oreja izquierda para que pudiera ver la tinta detrás de ella—. Dos. —Me dio
la espalda y apuntó al que se encontraba entremedio de sus omóplatos—.
Tres. —Levantó su pie, y me mostró otro que no había visto hasta el
momento, una estrella—. Cuatro. —Apuntó al que se encontraba en su
pecho—. Cinco. Quiero tener siete para cuando termine, pero sólo los
hago cuando es urgente, por esa razón no me he hecho uno en meses.
—¿Qué son? No puedo ver bien desde aquí —dije. No era una
táctica para acercarme a su estado desnudo, lo juro.
Se levantó de su cama lentamente y caminó hacia mí. La mirada en
su rostro no era confiada. Era abierto, como si me estuviera mostrando una
parte de él que raramente compartía. Sabía que este momento era
precioso, fácil de romper, como un dedo a través de una burbuja de
jabón.
—Este, puedes ver que es un siete, el número de la suerte en varias
culturas. Este —dijo, colocando su oreja hacia adelante—, es la herradura
estándar. Los marineros las clavaban en los mástiles de sus barcos para
ayudarlos a salir del camino de las tormentas.
::

Me dio su espalda y finalmente pude ver el que estaba allí.
Si no hubiese hecho un proyecto sobre la mitología egipcia en sexto
grado, es posible que no supiera que era un escarabajo. Los escarabajos
cubrirían sus pieles exteriores, caparazones, y los egipcios veían eso como
un símbolo de renacimiento y así creían que los escarabajos eran
inmortales.
—Realmente estás mezclando tus mitologías aquí, Z.
Me miró sobre su hombro, rodando sus ojos ante el apodo.
—Estoy a favor de la diversificación —dijo secamente.
Salí de la cama para estudiarlo más de cerca. Era hermoso, los
colores casi resplandeciendo en su piel. Quién sea que se lo haya hecho,
era un artista. Me resistí la urgencia de tocarlo para ver si era real.
—Así que, ahí lo tienes —dijo, girando—. Y luego sólo tengo una
pequeña estrella en el pie. Ahí lo tienes, mi historia de tinta. Ahora
muéstrame la tuya. —Su boca se alzó a un lado, y el Sr. Arrogante estaba
de vuelta. Qué sorpresa.
—Lo siento, hombre, nada para mostrar —dije, saltando a mi cama.
—No preguntaba sobre tus tatuajes, Missy. —Se inclinó y apoyó sus
manos a cada lado de mis piernas, casi, pero sin tocar mi piel. Incluso
cuando no estaba tocándome, mi piel hormigueaba como si lo hiciera.
—¿Por qué Justin, estás preguntando ver mis partes íntimas?
—Preguntar es ponerlo leve —dijo, con un pequeño gruñido en su
voz.
Las ansias de empujarme hacia el frente y pegar mi cuerpo con el
suyo, eran tan fuertes, que tuve que agarrar las sábanas para no hacerlo.
—Sólo estás jugando conmigo —dije, mi voz un poco sin aire, como si
hubiese corrido por las escaleras—. Dijiste que no te acostabas con chicas
que te gustaban.
—Oh, Missy, si sólo supieras —dijo. Lentamente se inclinó hasta que su
rostro se encontraba directamente frente al mío, antes de alejarse y salir
por la puerta.
Maldito. Maldito él y sus ojos azules, y sus tatuajes interesantes, y su
actitud de toma lo que quieras. El hecho de que tenía un pasado trágico
solamente agregaba al misterio que era Justin Bieber.
::

***
—¡Hola, Kid! —dijo Tawny, saltando de su Volvo convertible. Corrí
hacia ella aplastándola en un abrazo. La había visto hacía sólo una
semana, pero la había echado de menos.
—Guau, ¿estás bien?
El abrazo fue un poco demasiado entusiasta. También debe haber
leído la tensión en mi rostro.
—Vamos a tomar una copa y te contaré al respecto.
Entramos en Margarita, el único lugar mexicano decente en el
centro de Orono. Estaba abarrotado, entre una tienda de ropa que vendía
moda para mujeres grandes y una oficina de bienes raíces. Era
ridículamente estrecho, pero tenía dos plantas, así que había un montón
de rincones acogedores y lugares privados. Los cuadros estaban pintados
a mano y había un montón de sombreros y luces de pimientos colgadas en
la pared. Música suave sonaba de fondo.
Tawny y yo subimos las escaleras y encontramos una mesa para dos
en un rincón, detrás de una gran viga. Pedí una Coca-Cola y Tawny un
margarita.
—Te voy a dar un sorbo cuando nadie esté mirando —dijo.
La puse al corriente de la saga entera de Justin mientras
esperábamos que la camarera volviera, para poder pedir.
—Suena como un idiota —fue su evaluación.
—Lo es —le dije, riendo.
Tawny detuvo la copa a mitad de camino hacia sus labios. —Oh, no.
—¿Qué? —dije, mirando alrededor.
—Te gusta.
—¿Qué? No, no lo creo.
Puso la copa hacia abajo, con la boca abierta por la sorpresa.
—¡Sí, totalmente lo hace! Jesús, Kid, ¿qué estás pensando?
—No me cae bien —mentí entre dientes.
—No insultes mi inteligencia. Conozco tu rostro mejor que nadie.
También cada tono de tu voz. Puedes mentirte a ti misma todo lo que
quieras, pero no me estás mintiendo. Entonces, háblame de él.
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—Él es… —dije, tratando de encontrar las palabras para describirlo—,
es un idiota. Dice lo que está en su cabeza y siempre está empujándome y
empujando su suerte. Asegura que no se acuesta con chicas que le
gustan, pero siempre viene tras de mí. Es complicado.
—Suena complicado. ¿Guapo?
—Sí, se podría decir eso.
—Bueno, entonces, ¿cuál es el problema? —dijo mientras la
camarera se acercaba para tomar nuestro pedido. Hicimos una pausa en
la conversación. Pedí nachos con guacamole extra y Tawny fue por las
quesadillas de carne. Traté de pensar en mi respuesta a la pregunta de
Tawny.
—Tú sabes cuál es el problema.
—Kid, eso fue hace mucho tiempo. Ya lo superé.
—Nunca superas algo como eso —dije en voz baja.
—No, tienes razón, no lo haces. Pero aprendes a vivir con ello. Al
igual que una cicatriz. Tienes que dejar de odiar a todo el mundo.
—No odio a todos —le dije.
—Cerca, Tay, cerca.
Cambié de tema y Tawny me dejó. No volvimos a Justin hasta que
compartimos nuestro helado frito, que era helado con una cubierta
crujiente, rociado con miel por un lado y chocolate por el otro. Yo tenía el
lado del chocolate.
—¿Qué es lo peor que podría pasar?
—Sabes qué es lo peor —dije.
—No puedes dejar que una mala manzana arruine todo el barril.
Había un montón de signos que yo elegí ignorar. ¿Justin te hace sentir
insegura? ¿Te está controlando?
—No —respondí. Justin nunca me había hecho sentir como que iba
a hacerme daño físicamente. Darme un beso, sí. Pero se trataba de dos
tipos diferentes de miedo.
—Conoces los signos. Conoces las señales de alerta. ¿Has visto
alguna de ellas?
—No.
—Entonces, ¿por qué no dejas de ser tan hostil?
::

—A él le gusta que sea hostil, creo.
—Bueno, tengo que conocer a este tipo. También quiero ver tu
nuevo lugar.
No había planeado llevar a Tawny al apartamento. De hecho, no se
me había ocurrido hacerlo.
—Supongo. No puedo prometer que va a estar ahí.
—Envíale un mensaje. No vine todo el camino hasta aquí desde
Belfast y traje tu ropa para no ver a este tipo.
Suspiré y saqué mi teléfono.
¿Estás en casa?
Quizás. ¿Por qué?
Para llevar a mi hermana.
Si se ve como tú, es bienvenida.
¿Y si no?
Voy a irme.
Idiota.
No contestó, así que cerré mi teléfono.
—Dijo que va a estar ahí siempre que te parezcas a mí.
Se echó a reír. —Sí, ese chico totalmente te quiere, Kid.
—Sólo quiere empujar mis botones.
—Eso no es todo lo que quiere empujar —dijo, señalando con el
tenedor hacia mí.
Ugh. Quizá Justin y Tawny se llevarían bien. Eso sería lo peor.
Dejamos el coche de Tawny en el centro y tomamos el mío de
regreso a la escuela.
—Deja de volverte loca.
—No me estoy volviendo loca —le espeté.
Me estaba volviendo loca y no podía decir exactamente por qué.
Tal vez era porque en la opinión de Tawny era en la que confiaba más.
Confiaba en su juicio más que en el mío. Si no le gustaba Justin, realmente
no le gustaba, eso era todo.
::

—Oh, esto es tan lindo —dijo cuando abrí la puerta—. No tan
asqueroso como yo esperaba.
Miré a mí alrededor, pero no vi a Justin. Suponía que había
decidido no volver a casa después de todo. Di un suspiro de alivio, luego la
puerta del baño se abrió y salió de entre una nube de vapor, vestido sólo
con una toalla alrededor de sus caderas.
Nos vio y una sonrisa se propagó en su rostro. —Hola ahí, tú debes ser
Tawny. Me alegro de haberme quedado. Me imaginé que si ustedes dos
compartían los mismos genes, serías igual de caliente.
Eché un vistazo a Tawny para ver su reacción.
—Y tú debes ser Justin —dijo Tawny, sus ojos lo rastrillaban de arriba
a abajo. Tuve un tiempo difícil tratando de no hacer lo mismo, a pesar de
que lo había visto sin camisa antes—. Síp, tenías razón —me dijo.
—¿Razón sobre qué? —Quiso saber Justin, moviendo la toalla para
que no se cayera. Dulce Cristo.
—¿Eso crees? —continué. Era muy divertido tener un secreto que
Justin no sabía. ¿Cómo te caigo ahora?
—Sí —dijo ella, caminando cerca de Justin, rodeándolo lentamente
y observándolo—. Justo como dijiste.
Asentí. —¿Las señales de advertencia? —le pregunté.
—Todavía no —dijo, haciendo otro círculo. Con toda justicia, Justin
se detuvo y dejó que lo evaluara.
—Te ves como si te estuvieras divirtiendo —le dije, porque él lo hacía.
—Tengo a dos hermosas mujeres desvistiéndome con la mirada. ¿Por
qué no disfrutaría?
Tawny inclinó la cabeza hacia un lado y entrecerró los ojos. Vi como
éstos se deslizaban hacia abajo, a su antebrazo, que estaba cubierto por
un tatuaje de pluma de pavo real que había conseguido tan pronto ella
había cumplido dieciocho.
—Así que, ¿cuáles son tus intenciones con mi hermana?
Justin la miró a los ojos sin pestañear.
—Bueno, al principio la quería para la mejor una-sola-noche de mi
vida.
—¿Y ahora?

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