{ Capítulo 13 }

By Unknown - 16:05



hubiera ido, o al menos por que una de las chicas estuviera allí como un
amortiguador.
Respiré hondo antes de abrir la puerta.
—Hola, ¿dónde has estado? —dijo Renee, mirando por encima de
sus libros apilados de enfermería. La televisión estaba a todo volumen; no
sabía cómo podía concentrarse.
—Fui a cenar con Megan. ¿Dónde están todos?
—Justin fue a algún lugar, y la Srta. Darah está en una cita con
Mase, si puedes creerlo.
—No puede ser —dije, uniéndomele en el sofá—. Creí haber visto
algo ahí, pero no sabía que él se movería tan rápido. —La universidad era
una extraña situación. Las cosas siempre parecían ocurrir a toda
velocidad.
—Yo tampoco, pero fue muy lindo. Creo que realmente le gusta.
—Se me hace muy difícil imaginarlos juntos, pero si la hace feliz,
entonces eso es lo que importa.
—Bueno, ni siquiera ha llegado a casa aún, así que podemos
reservarnos nuestra opinión hasta entonces.
—Si es que vuelve a casa —dije, levantando las cejas.
—Ya sabes que no es ese tipo de chica.
Lo sabía, pero nunca subestimo a nadie cuando se trataba de eso.
—Estoy aburrida. No creo que pueda leer más. ¿Quieres hacer algo?
—Cerró su libro.
—¿Cómo qué?
—No lo sé. ¿Centro comercial?
Yo no era mucho de ir de compras, pero si lográbamos ir a la librería,
me apuntaba. También, nos sacaría del apartamento en caso de que
Justin vuelva de lo sea que estaba haciendo. Sólo tuve una pequeña
tentación de escribirle, pero rápidamente la aplasté. Me iba a mantener
alejada de él hasta que pudiera deshacerme de él.
—Suena bien, sólo déjame traer un poco de efectivo. —Corrí a mi
habitación para tomar algo de dinero de la jarra que guardaba en mi
escritorio. Tenía que dejar mi tarjeta de débito en casa cuando iba a la
librería si no gastaría mi cuenta. Estaba a punto de salir cuando vi algo en
mi almohada. Curiosa, lo tomé.
::

Este soy yo dándote tu espacio. ¿Ves? Podemos vivir juntos sin vivir
juntos. Aún sigues sin darme una respuesta sobre la apuesta. Todo lo que
tienes que hacer es probarle una u otra manera y me iré. La pelota está en
tu patio, Missy.
Arrugué la nota en mi puño. Él sabía lo que yo trataba de hacer, y
eso me enfureció. No me gustaba que supiera lo que yo pensaba, ya que
yo casi nunca sabía lo que pasaba por su cabeza.
Metí la nota en mi escritorio y lo cerré de golpe.
—Entonces, ¿qué pasa contigo y Justin? Se que tienes esta extraña
cosa de te-odio-pero-estoy-demasiado-atraída-hacia-ti, pero ¿te gustaría
bajarle el tono?
—¿De qué estás hablando?
—Oh, por favor. Ustedes se follan con los ojos cada segundo que
pueden. Es asqueroso, en serio.
Me subí al asiento del pasajero del Mazda de Renee.
—No hacemos eso. —Lo hacíamos totalmente, pero era culpa de
Justin—. Yo no lo quería de todas formas. Él definitivamente lo hace.
—Así es la atracción. Esa incontrolable urgencia de saltar sobre los
huesos de alguien, incluso en compañía mixta. Ustedes chicos no han… —
Ella no necesitaba terminar.
—¡Oh, Dios, no! Tampoco soy ese tipo de chica.
Nunca le he dicho a Darah o a Renee que era virgen. La única
persona que sabía sobre eso era Megan, y eso era porque éramos muy
cercanas, y sabía que podía confiar en ella con algo como eso. Le había
confiado un secreto aún más grande.
—Nunca digas nunca, muñeca. ¿Te he contado alguna vez cómo
nos conocimos Paul y yo? —Sabía que se habían conocido hace sólo un
año, pero que se habían puesto serios, rápido.
—Yo estaba ebria en una fiesta, y este chico trataba de llevarme a
casa, no recuerdo esto realmente, pero Paul lo empujó lejos de mí y me
preguntó dónde vivía. De alguna manera logré decirle, y me ayudó a subir
en un taxi y me ayudó a llegar a mi cuarto. Darah estaba fuera por el fin
de semana, así que yo estaba sola. Se quedó conmigo toda la noche y me
cuidó. Vomité hasta mis entrañas, y me sostuvo el cabello y todo. Tú
::

pensarías que no querría verme después de eso, pero terminó quedándose
todo el día. Cuando estuve sobria me di cuenta de que él era demasiado
especial. Y pienso que puedes imaginar el resto. Así que, nunca tengas el
sexo temprano en una relación. Quiero decir, no funcionó para nosotros,
pero fue genial mientras duró.
Su voz se llenó de nostalgia. Sabía que lo extrañaba, pero se negaba
a contestar sus llamadas o contestar sus mensajes. Ni siquiera sabía por qué
habían terminado, pero insinuó que fue algo que él había hecho. Le
pregunté si la había engañado, pero dijo que no era eso. Darah y yo nos
habíamos partido el cerebro, pero no lo averiguamos. Habíamos estado
tentadas de preguntarle a Paul, pero no queríamos hacerlo a las espaldas
de Renee.
Nunca he tenido un novio. He tenido demasiados episodios de ira
públicos para que los chicos con los que había crecido incluso
consideraran querer salir conmigo. En octavo grado cuando otras chicas
estaban teniendo sus primeros novios y siendo besadas, yo tenía la boca
llena de barras de metal y una mala actitud. Cuando crecí y otras chicas
estaban poniéndose serias y enganchándose y así sucesivamente, yo
pasaba el tiempo leyendo y mirando ferozmente a cualquier chico que se
me acercaba. Pronto mi reputación como la reina de hielo llegó a ser lo
suficientemente conocida para que los chicos me dejaran en paz, que era
como yo quería.
Nunca había estado cerca de alguien que me retara y que peleara
conmigo hasta que conocí a Justin. Me asustaba de cierta manera, y
nunca había estado asustada de un chico antes. Por eso tenía que
deshacerme de él.
Tal vez podía aceptar su apuesta. No he sido capaz de hacerle ver
que lo odiaba, porque no lo hago. Lo odiaba a veces, pero mis otros
sentimientos por él se filtraban, nublando el odio en una sustancia oscura
que no podía definir.
¿La otra parte de la apuesta? ¿El hacerle creer que lo amaba?
Tampoco podía hacer eso. Había apagado esa parte de mí cuando tenía
doce años, y no había forma de encenderla ahora después de tantos
años. Justin miraría a través de mí si trataba de fingir.
Estaba entre la espada y la pared. Iba a tener que esperar y ver lo
que el viernes traería.
::

:
unter y yo apenas nos vimos por el resto de la semana. Asumí
que fue a pasar el rato a casa de Mase, pero no sabría decirlo
con seguridad porque apenas me había dirigido veinte
palabras. Cuando venía y dormía en el apartamento, siempre llegaba
cuando ya estaba inconsciente y se marchaba antes de que despertara.
No sabía cómo lo hacía, pero era como una sombra, escabulléndose para
entrar y salir.
Cuando lo veía, pretendía no verme. Darah y Renee lo notaron, pero
después de hacer averiguaciones, las cuales Justin y yo, ambos negamos,
dejaron de preguntar.
La tarde del viernes llegó finalmente, y con ella mi cita con Marissa.
Tuve que esperar diez minutos enteros antes de que Marissa abriera
la puerta y me llamara. Su oficina estaba desagradablemente ordenada y
podría haber sido una viva imagen de lo que una oficina administrativa
debería lucir con una lámina genérica de acuarela y los carteles de
motivación. Agg.
Ajustó sus gafas sobre la nariz antes de sentarse detrás de su
escritorio, ordenando su reposamuñecas distraídamente.
Todo sobre ella dictaba orden: su cabello corto, impecable camisa y
expresión plana.
—Así que, ¿qué puedo hacer por ti, _____? Dijiste que tenías
problemas con uno de tus compañeros de piso. —Se inclinó hacia
adelante, apoyando sus brazos sobre el escritorio.
Le ofrecí el resumen, dejando fuera muchas de las cosas que Justin
había hecho. No repetía lo que dijo palabra por palabra.
H
::

—¿Te hace sentir incómoda? ¿Has intentado hablar con él al
respecto?
—Sí, lo he hecho —dije. Su expresión había sido nula mientras le
contaba mi lamentable historia, y podía ver que esto iba a ser un callejón
sin salida. Podía sentirlo. Pero tal vez, estaba siendo pesimista.
—¿Has recurrido a tu administrador de residencia? Siempre están
disponibles para hablar o discutir disputas, y han sido entrenados en cómo
ayudar en esas situaciones. —Era como golpear mi cabeza contra una
pared de ladrillo.
—Realmente esperaba que esto pudiera ser simplemente resuelto,
teniendo en cuenta que fue un error desde el comienzo.
—Bueno, realmente no hay nada que podamos hacer en este
momento. A menos que haya una emergencia, tenemos que mantener
lugares disponibles para aquellos que realmente los necesitan. Suena
como si fuera más un problema de personalidades. Recomendaría que
tuvieras algún tipo de mediación con el administrador de la residencia y
puedes volver a verme en unas pocas semanas, ¿de acuerdo?
Quería decir con todas mis ganas, “¿Hablas jodidamente en serio?”
pero no me hubiese ayudado para nada.
—Entonces, ¿no hay nada que usted pueda hacer?
—No, a menos que haya una amenaza directa. ¿Te ha amenazado?
No tengas miedo de hablar.
Lo pensé durante medio segundo, pero sabía que decirle que Justin
me había amenazado, lo metería en problemas y podría ser echado del
campus. La seguridad del campus se vería envuelta y hasta podría ser
arrestado. Por mucho que la imagen de Justin en la cárcel me divertía, no
podía ser la que lo pusiera allí si de verdad no se lo merecía. Teniendo en
cuenta que fui yo quien en realidad lo había asaltado.
Estaba atrapada.
—No, no lo ha hecho.
—De acuerdo. Aquí tienes mi tarjeta. Nunca dudes en llamarnos si
hay alguna emergencia. Pareciera como si ustedes dos sólo necesitasen
tener una charla. Haré que su administrador la contacte para organizar
algún tipo de mediación. —Se puso de pie y sostuvo su mano frente a mí,
efectivamente terminando la cita. No tuve otra opción más que ponerme
de pie, tomar su mano y marcharme con su tarjeta apretada en mí mano.
Qué maldita pérdida de tiempo.
::

No sabía por qué había esperado algo más. En una universidad de
alrededor de ::.::: estudiantes no licenciados, yo era un número. Esa era
la razón por la que había elegido la universidad de Maine en vez de una
más pequeña. Ahora pagaba el precio.
Irrumpí en el apartamento. Darah se había ido a casa por el fin de
semana para celebrar el cumpleaños de su mamá, así que ya no estaba.
Renee había tenido una reunión con el grupo de enfermería, así que sabía
que si alguien iba a estar en el apartamento, ese era Justin.
Intenté golpear la puerta cuando entré, pero fracasé.
—¿Día difícil? —dijo una voz masculina.
Miré hacia el sofá para encontrarlo sentado con su guitarra.
Contuve mi compostura por un segundo.
—Está en marcha —dije, caminando en su dirección, pegando mi
mano a su cara—. La apuesta, está en marcha.
Observó mi mano por un segundo y una lenta sonrisa apareció a
través de su rostro.
—Una vez que sacudamos nuestras manos, no hay vuelta atrás.
Asentí, pero alejé mi mano antes de que pudiera tocarme.
—Tiene que haber algunos parámetros. Toda esta cosa de amar y
odiar no puede ser probada. Te dije que te odiaba y te golpeé, pero no
me creíste. Si digo que te amo ahora mismo, no me creerías. Así que,
¿cómo lo medimos?
—Es más difícil decir que amas a alguien, que lo odias. Así que tienes
que decir las palabras. Y tienen que ser verdaderas.
—¿Cómo sabrás que son verdaderas?
Se encogió de hombros.
—Lo sabré. Tú lo sabrás.
—¿Y la parte del odio?
—Sabré que me odias cuando lo vea en tu mirada. Lo he visto antes
y lo sabré.
—Entonces, tú vas a determinar esto. ¿No tengo voz en el asunto?
—No estoy forzándote a aceptar esto. Puedes llamar a la residencia
y decir que te estoy acosando sexualmente. Me arrastrarán a una charla
::

disciplinaria y probablemente me echen de la escuela. Puedes hacerlo
ahora mismo. Pero no vas a hacerlo.
—No puedo —dije. Por mucho que lo pusiera fuera de mi vida—. Eres
un imbécil, pero no eres eso. Si lo fueras, me hubiese deshecho de ti tan
rápido que tu cabeza hubiese dado vueltas.
—Exactamente. No eres una chica que soporta cualquier cosa.
Puedes cuidar de ti, me lo mostraste la primera noche. Me harás saber
cuando haya ido muy lejos.
—Lo haré.
—De acuerdo, entonces.
—Bien —dije, y estrechamos las manos. Intenté liberarme, pero tomó
mi mano y me atrajo hasta chocar con su pecho.
—Así que, aquí estamos. Atascada conmigo hasta Navidad —respiró.
Soltó mi mano y di un paso atrás. No fue fácil de hacer. Mi cuerpo
estaba atraído al suyo como los polos opuestos de un imán.
—Crees que eres el que hace mi vida difícil. Pero puedo hacerla
mucho peor para ti —dije, sonriendo dulcemente. Sus ojos azules lucían
escépticos.
—¿Cómo?
—¿Realmente quieres saberlo? Voy a invitar a un montón de chicas,
veremos películas para chicas, hablaremos de nuestros periodos,
encenderemos todo tipo de velas aromáticas y probablemente nos
quedemos toda la noche despiertas riendo.
—¿Cuándo comenzará la pelea de almohadas desnudas y los
besuqueos?
Golpeé su hombro.
—Cerdo, eso no pasa en las pijamadas a no ser que sea una
película. Pero Darah, Renee y yo podemos conspirar contra ti. No tienes
idea lo terrible que puede ser.
—¿Qué te hace pensar que algo de eso me hace sentir incómodo?
—dijo, estropeando mi estímulo del momento por armar un plan contra él.
—Porque todos los hombres huyen cuando las chicas comienzan a
hablar de sus ciclos menstruales. Se supone que corras ahora.
Dio un paso más cerca.
—No me molesta.
::

—Tampón —dije.
Dio otro paso.
—Calambres. Hinchazón. Flujo abundante.
Su pecho casi tocaba mi nariz. Incliné mi cabeza para encontrarme
con sus ojos. No pestañeó. Casi podía sentir al algodón de su camiseta en
mi piel. Lentamente levantó sus manos y colocó sus pulgares a cada lado
de mi rostro.
—Sigue —dijo, levantando mi rostro haciendo que me pusiera de
puntillas. Oh, mi Dios.
En ese preciso momento, mi cerebro dejó de funcionar. Dejé de
pensar e incluso dejé de intentarlo.
—¿Sin palabras, Missy? —dijo, uno de los lados de su boca
alzándose.
Esa sonrisa satisfecha me golpeó de vuelta a la realidad. Lo fulminé
con la mirada y me aparté de sus manos. Se rió entre dientes.
—Vas a tener que trabajar muy duro para probar que me odias. Lo
otro, tal vez no tanto.
—Eres tan engreído —dije, cruzando mis brazos.
—Y no tienes idea de lo sexy que te ves en este momento, tan
enojada conmigo.
Mi boca se abrió. No tenía nada qué decir, así que alcé mi rodilla
como si fuera a golpearlo en sus genitales, pero me detuve muy cerca. Fue
genial verlo retroceder.
—Ten cuidado con eso —dijo.
Simplemente le sonreí.
—No olvides que tienes algo mucho más valioso que puedo dañar.
Sólo recuérdalo.
—¿Cómo podría olvidarlo?
—¿No tienes que estar en alguna parte? ¿Alguna otra chica que
objetivar? —pregunté.
—¿Por qué me iría a otra parte teniendo todo lo que necesito aquí?
Iba a hacer un comentario rápido, pero no pude pensar en ninguno.
Me sorprendía que un apuesto chico de veinte años no tuviera planes un
viernes en la noche. Pero oye, ¿qué sabía yo?

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