- Chapter 77 -

By Unknown - 10:26



Di vueltas alrededor, escrutando mi reflejo con una mirada escéptica. Era blanco y sin espalda, peligrosamente corto, y el corsé estaba sujeto por una cadena corta de pedrería que formaba como un collar alrededor de mi cuello.
— ¡Wow! ¡Justin se va a **** encima cuando te vea con eso! —dijo Carly.
Puse mis ojos en blanco.
— ¡Qué romántico!
— Vas a llevar ése. No te pruebes nada más, ése es el indicado —dijo, aplaudiendo con entusiasmo.
— ¿No crees que es demasiado corto? Mariah Carey muestra menos piel.
Carly sacudió su cabeza.— Insisto. Me di vuelta en el banquillo mientras Carly se probaba un vestido tras otro, más indecisa a la hora de elegir uno para sí misma. Al final se decidió por uno extremadamente corto, ajustado, de color piel, que dejaba uno de sus hombros desnudo. Nos dirigimos en su Honda al apartamento para encontrar el lugar del Charger vacío y a Toto solo. Carly sacó su celular y marcó, sonriendo cuando Chris respondió.
— ¿A dónde fuiste, Bebé? —ella asintió y luego me miró— ¿Por qué estaría molesta? ¿Qué tipo de sorpresa? —dijo cautelosa. Me miró de nuevo y luego entró al cuarto de Chris, cerrando la puerta. Froté las puntiagudas y negras orejas de Toto mientras Carly murmuraba en la habitación. Cuando salió, trató de esconder la sonrisa en su cara. — ¿Qué están tramando ahora? —Pregunté. — Están en camino a casa. Dejaré que Justin te diga —dijo, sonriendo de oreja a oreja. — Oh Dios… ¿qué? —Pregunté. —Acabo de decir que no puedo contarte. Es una sorpresa.
Yo jugueteé con mi pelo y me miraba las uñas, incapaz de estarme quieta mientras esperaba a Justin para que diera a conocer su última sorpresa. Una fiesta de cumpleaños, un cachorro—no podía imaginar que podría ser lo siguiente. El fuerte ruido del motor del Charger de Chris anunció su llegada. Los chicos rieron mientras subían las escaleras.
— Están de buen humor —dije— esa es una buena señal.
Chris entró primero. — Simplemente no quería que pensaras que había una razón por la cual él se hizo uno y yo no.
Carly se puso de pie para saludar a su novio, y echó sus brazos alrededor suyo.
— Eres tan tonto Chris. Como si fuera a enojarme por eso. Si quisiera un novio loco, saldría con Justin—dijo Carly sonriendo, mientras inclinaba su cabeza para darle un beso.
— No tiene nada que ver con la manera en la que me siento por ti —agregó Chris.

Justin atravesó la puerta con un vendaje cuadrado de gasa en su muñeca. Me sonrió y luego se derrumbó en el sofá, descansando su cabeza en mi regazo. No podía apartar la mirada del vendaje.
— De acuerdo… ¿qué hiciste?
Justin sonrió y tiró de mí hacia abajo para besarlo. Podía sentir el nerviosismo irradiando de él. Por fuera estaba sonriendo, pero tuve la clara sensación de que él no estaba seguro de cómo iba a reaccionar ante lo que había hecho.— Hice un par de cosas hoy.
— ¿Cómo qué? —Pregunté suspicaz.
Justin rió.— Tranquilízate, Pidge. No es nada malo.
— ¿Qué le pasó a tu muñeca? —Dije tirando de su mano por los dedos.
Un estruendoso motor diesel se detuvo fuera y Justin saltó del sofá para abrir la puerta.
— ¡Ya era hora! ¡He estado en casa por lo menos desde hace cinco minutos! —dijo con una sonrisa.
Un hombre entró del revés, cargando un sofá gris cubierto con plástico, seguido por otro hombre que traía la parte trasera del mismo. Chris y Justin movieron el sofá, conmigo y Toto todavía encima, hacia adelante, y entonces los hombres pusieron el nuevo sofá en el lugar del otro. Justin sacó el plástico y luego me levantó en sus brazos, colocándome en los blandos almohadones.
— ¿Tienen uno nuevo? —Pregunté, sonriendo de oreja a oreja.
— Sí, y un par de otras cosas también. Gracias chicos —dijo mientras los hombres de la mudanza levantaban el viejo sofá y se iban de la misma manera en que vinieron.
— Ahí van un montón de recuerdos —sonreí.
— Ninguno que yo quisiera conservar —él se sentó a mi lado y suspiró, mirándome por un momento antes de quitar la cinta que sostenía la gasa en su brazo— No te alteres.
Mi mente empezó a correr, pensando en qué podría haber debajo de la venda. Imaginé una quemadura, o puntos o algo igual de espantoso. Él tiró del vendaje y me quedé sin aliento al sólo ver las simples letras en negro tatuadas a través de la parte inferior de su muñeca, la piel a su alrededor estaba roja y brillante por el antibiótico que él había untado encima. Sacudí mi cabeza con incredulidad al leer la palabra.    Pigeon

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