{ Capítulo 24 } Maratón 6/10

By Unknown - 14:15



—Bueno, asumí, ya que conduces un coche de mierda y no
podías encontrar la vivienda, que eras pobre —le dije.
—Nunca asumas, Missy. Nunca asumas —dijo, caminando hacia la
casa, moviendo la funda de la guitarra. Mis pies parecían estar pegados al
suelo. Fui absorbida con una sensación de difícil-respirar-no-puedo-pensar.
Entré en pánico.
—Me encanta cómo puedes darme un golpe en la cara sin
parpadear, pero una casa grande te dan ganas de salir corriendo. No
puede hacerte daño, ¿sabes? —Asintió hacia la puerta principal—. Vamos.
De alguna manera, mis pies se despegaron por sí solos de la calzada,
y me moví hacia adelante.
—Jesús, pensarías que te llevamos a la guillotina.
—Muérdeme —le espeté cuando nos encontrábamos en la puerta
principal. Tenía una fantasía arremolinada en vidrio, y sin dudas podía ver
un candelabro. Un candelabro de mierda. Donde había un candelabro,
había un vestíbulo, y una guarida, y escaleras de caracol, y te tienes que
quitar los zapatos, y otras cosas de lujo. No es que no me gusten las cosas
elegantes, simplemente no pertenezco realmente a una casa llena de
ellas.
Justin abrió la puerta, diciendo en voz alta mientras caminaba.
—¿Hay alguien en casa?
—¿Justin? ¿Eres tú? —gritó una voz femenina que asumí que
pertenecía a Hope. Tenía un acento sureño.

la casa era aún más grande cuando me bajé del coche y estuve
de pie delante de ella.
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—Sí, estoy aquí. Traje una invitada.
—¿Es _____?
¿Qué?
Miré a Justin.
—Puedo haber mencionado tu nombre. Una o dos veces.
Cuando traté de impedirme estirar el cuello para ver el candelabro
más detalladamente, una mujer alta y rubia dio la vuelta por la esquina,
secándose las manos en un paño de cocina y resplandeciendo perfectos
dientes blancos. Así que él los obtuvo de ella. Le dio un abrazo a Justin,
besándolo en la mejilla antes de volver su atención hacia mí.
—Oh Dios mío, eres tan bonita como un cuadro.
Su acento sureño sólo aumentó el factor de intimidación. Por no
mencionar que llevaba tacones como si hubiese nacido con ellos, y su
cabello y maquillaje parecían que había sido realizado por un equipo de
profesionales. Ella era la imagen de después, del antes y el después.
—Soy Hope. He oído hablar mucho de ti.
Vino a mí con un abrazo que no tuve más remedio que devolver.
Justin no debe haberle dicho que no soy de abrazos. O tal vez no le
importaba.
—Es un placer conocerla, señora Mason.
—A ver, ¿no te dijo Justin que me llames Hope?
—Sí. Yo sólo... no lo sé —tartamudeé. La gracia no era mi segundo
nombre. Además, sentí la imperiosa necesidad de llamarla señora.
—_____ se sentía un poco intimidada por la casa —dijo Justin, así
que traté de darle un pellizco, pero se agachó a un lado y me bloqueó
con su funda de guitarra. Muchas gracias, amigo.
—Oh, no te preocupes por eso. Llegas justo —dijo Hope.
Supuse que no tenía que quitarme los zapatos, ya que ella los
llevaba puestos, pero el piso se veía tan brillante, que me daba miedo
poner mis pies indignos allí.
—¿Justin? —llamó una voz de niña.
—¡Hola, Seven! —La cara de Justin se iluminó cuando una pequeña
pelirroja en una silla de ruedas motorizada apareció al final del pasillo. La
silla era de color rosa y tenía pegatinas brillantes por todas partes. Bonito.
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—Seven, esta es mi amiga, _____ —Sus ojos se abrieron al oír mi
nombre.
—¿Tu nombre es _____? Ese es mi nombre favorito en el mundo
entero.
—Gracias —le dije, sorprendida tanto por su sinceridad y sus grandes
ojos verdes y oro. Me recordó a Anne de Anne la de Tejados Verdes::. Yo
siempre había querido el pelo rojo.
—La cantante favorita de Harper es _____ Swift. —Una chica
después de mi propio corazón.
—Voy a su concierto pronto —dijo ella.
—¿En serio? Estoy tan celosa —le dije. Justin me miró.
En serio, lo estaba. Nunca había encontrado a nadie que fuera
conmigo.
—Tal vez si eres realmente agradable, _____ va a cantar con
nosotros —dijo Justin, dándole a Harper un guiño. Ella se rió y él bajó su
guitarra para darle un abrazo y un beso en la frente, agachándose para
quedar a su nivel.
—¿Lo harías? —Su vocecita era tan linda, ¿cómo iba a decirle que
no? Dios, ella haría a Hitler derretirse.
—Por supuesto. No soy una cantante muy buena, pero lo intentaré.
—No le hagas caso. Tiene una voz hermosa. —¿Cómo demonios lo
sabía?
—Joe está esperando por ti en el estudio —le dijo Hope a Justin.
—Bien.
Me pregunté dónde se encontraba el estudio. Tal vez podría
excusarme para ir al baño y de alguna forma encontrarme allí.
—¿Por qué no nos sentamos? —dijo Hope, conduciéndonos a lo que
debe ser la sala. Tenía sofás de cuero, flores en jarrones pintados y tenía un
ambiente alegre brillante.
—Te he oído en la ducha —susurró Justin en mi oído mientras
caminaba a mi lado. Su mano rozó mi espalda, y experimenté un caso
Es un libro escrito por la canadiense Lucy Maud Montgomery y publicado por primera
vez en ::::. La obra narra la vida de Anne Shirley, una niña huérfana que gracias a su
carácter imaginativo y despierto logra encandilar a todos los habitantes de Avonlea, el
pequeño pueblo pesquero ficticio donde se desarrolla la historia a principios del siglo XX.
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grave de la piel de gallina—. Si alguna vez quieres hacer dueto, ya sabes
dónde encontrarme.
Quise chisporrotear con indignación, pero la idea de Justin, en la
ducha... Quita esa imagen de tu mente, _____. Estás conociendo a su
familia, por el amor de Cristo.
—Voy a estar de vuelta —dijo Justin, guiñándome un ojo antes de
abandonar la habitación.
—¿Puedo ofrecerte algo? ¿Qué tal un poco de té helado? —dijo
Hope cuando nos sentamos, y Harper estacionó su silla de ruedas. Hope se
sentó en una silla con estampado floral. No, no se sentó. Se deslizó hacia
abajo hasta quedar sentada. ¿Era algo que enseñan en el sur? Si es así,
¿podría obtener lecciones?
—Sería maravilloso, gracias.
Se fue y quedamos sólo Harper y yo. No era muy buena en conocer
gente nueva, pero se inclinó y me hizo una seña para que me acercara, a
pesar de que éramos las únicas dos personas en la habitación.
—¿Quieres saber un secreto? —susurró en una voz bastante alta,
después miró a su alrededor para asegurarse de que estábamos
absolutamente solas.
—Me encantaría saber un secreto —le susurré, ahuecando la mano
sobre la oreja. Se rió e hizo lo mismo.
—A Justin le gustas. —Aw. Ella era adorable.
—¿En serio? —le dije, siguiendo el juego.
—Mucho. Mucho.
—¿Como Eric ama a Ariel? —No había duda que se trataba de una
niña Disney. Había más de una pegatina de La Sirenita en su silla.
—Uh, huh.
—Guau.
Me preguntaba cuánto tiempo podría esperar antes de que de
alguna manera pudiera escapar y descubrir lo que hacía Justin.
Hope volvió con una bandeja de vasos, con rodajas de limones en
un lado.
—Mamá, a _____ le gusta La Sirenita —dijo Harper cuando su madre
le entregó un vaso y una servilleta.
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—¿En serio? Bueno, imagina eso. —Hope me guiñó un ojo mientras
me daba un vaso. Tomé un sorbo para no reír. Delicioso. Maldita sea, esta
mujer debe tener su programa propio de estilo de vida. Yo jugueteaba con
mi servilleta y bajé mi vaso.
—Um, ¿dónde está el baño?
—Oh, por supuesto. Es al final del pasillo a la izquierda. Hay un letrero
en la puerta que dice tocador.
—Gracias —le dije, huyendo de la habitación cuando Harper dejó
caer la copa y el líquido marrón se esparció en todas partes.
—Oh, Harper —dijo Hope con un suspiro.
Encontré el tocador, pero seguí. Mierda, esta casa era grande. Fui
de puntillas por el pasillo y me metí en lo que resultó ser un armario cuando
oí voces. Oí reír a Darah. Mase debe estar dándole un tour de la casa o
algo así. Salí de mi escondite y agudicé mi oído, caminando despacio y en
silencio. Me detuve en cada puerta, escuchando a ver si había alguien
dentro. Finalmente, llegué a la última puerta a la derecha. Tenía que ser
esta. Hice una pausa afuera. Bingo.
—Simplemente no creo que sea una buena idea —dijo una voz que
debía pertenecer a Joe.
—Imaginé que no lo harías. Pero realmente no depende de ti,
¿verdad?
—Justin, te he conocido toda la vida. Ha llegado el momento para
que puedas crecer y tomar la responsabilidad de tu vida. Por esto.
—No. Quiero. Esto.
Oí el chirrido de una silla hacia atrás. Mierda. Hice el más torpe
movimiento de puntillas volviendo al tocador, y cerré la puerta, respirando
pesadamente. Abrí el agua, pero me quedé junto a la puerta, esperando
oír los pasos de Justin. No vinieron, y yo tenía que volver a la sala o bien
Hope podría pensar que me había perdido. Me lavé las manos sólo por el
gusto de hacerlo y salí del tocador, que irónicamente, se hallaba
decorado en azul verdoso.
Mi mente daba vueltas a lo que había escuchado de Justin y Joe.
¿Qué no era una buena idea? ¿Qué no quiere Justin?
—¿Ves? Te dije que iba a volver —dijo Hope cuando entré de nuevo
en la habitación.
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—¿Dónde creías que iba a ir? —No podía esperar a escuchar la
respuesta.
—No lo sé.
—¿Tal vez más tarde le puedes mostrar a _____ las manzanas?
—¿Quieres ver mis árboles de manzana?
—Por supuesto.
Atrapé a Hope dándome una mirada extraña. Debo haber tenido
una expresión poco natural en la cara, así que hice mi mejor esfuerzo para
tratar de lucir normal otra vez.
Oí voces del piso de arriba, y luego Mase y Darah doblaron la
esquina con un hombre que debe de haber sido John Mason el segundo.
Lucía exactamente como pensé que lo haría: alto, pelo oscuro, gafas con
montura de bronce, y una camisa sensata y corbata. Me sentí como que
bien podría estar usando una bata de hospital en comparación con estas
personas. Excepto Harper. Tenía una camiseta que decía Princesa con
brillo. Éramos almas gemelas.
Yo iba a golpear a Justin sin sentido cuando tuviera la oportunidad
por no haberme preparado para esto. Además, lo iba a golpear para que
me cuente acerca de Joe y lo que me ocultaba.
Si se trataba de algún consuelo, Darah también lucía como una
pequeña estrella golpeada.
Hope se levantó para presentarme. —John, esta es _____. Decidió
venir y darnos una visita. ¿No es bonito? —Ella podía hacer un tratamiento
de conducto con esa voz agradable. Las cejas del Sr. Mason se alzaron
cuando dijo mi nombre. Fue oficial. Yo era infame.
—Oh, sí, _____. Qué bueno conocerte al fin —dijo, tendiéndome la
mano cuando Justin regresó al cuarto. Por un momento, vi una expresión
de enojo en su rostro, pero la borró y se convirtió en encanto. ¿Cómo se
hace eso? Yo todavía alucinaba.
¿Dónde estaba Joe?
Quería hacerlo tropezar, pero habría sido obvio. Él probablemente
me esquivaría y haría otro comentario, y entonces, ¿dónde estaría yo?
Además, no podía hacerlo delante de Harper. Tenía que dar un buen
ejemplo, así que le di la mano del Sr. Mason y le dije que era un placer
conocerlo.
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—Bueno, tengo que volver a la cocina. Esa ensalada de pollo no se
va a hacer sola. Te quedas a comer, ¿verdad, _____? —dijo Hope.
—Hope —dijo Justin, como si le recordara algo.
—¡Oh! Por supuesto. Te voy a hacer una ensalada. Justin me dijo
que no comías carne, y se me olvidó.
—Eso está bien, no tienes que hacer una gran producción. No quiero
ser una molestia.
Agitó el trapo de cocina hacia mí mientras salía de la habitación.
—Olvídalo, no es ninguna molestia. No me extraña que mantengas
esa figura bonita. Debo intentar eso. —Como si lo necesitara. Dios, si la
mayoría de las mujeres se parecieran a ella, estarían paseando desnudas.
—Entonces, ¿por qué decidiste venir a vernos, _____? —preguntó
John.
—Mi coche no arrancaba —dijo Justin por mí.
—¿Otra vez? —dijo Mase, tirando abajo a Darah sobre el sofá. Él
definitivamente no encajaba en este ambiente prístino. Sus pantalones
vaqueros estaban rotos y su camisa había sido lavada más de un par de
veces. Me preguntaba qué pensaba Hope de eso.
—Sigo diciéndote que te deshagas de esa cosa. Te dije que Bob
Karrigan tiene un viejo Audi que no usa más y que estaría feliz de dejártelo.
Justin negó con la cabeza.
—Está bien. Lo arreglaré —dijo Justin.
—¡Papá, papá! _____ dijo que iba a cantar conmigo —dijo Harper,
utilizando el joystick en su silla de ruedas para acercarse a mí.
—Sí, Ángel. Deberías pedir permiso cuando otras personas están
teniendo una conversación si quieres decir algo. —Ella pensó en eso por un
segundo.
—Está bien. Permiso, papá. _____ dijo que iba a cantar conmigo.
Le eché una mirada a Darah, y tuvimos que presionar nuestros labios
para no reírnos.
—Eso es genial. ¿Lo pediste amablemente?
—Sí.
—Buena chica.

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