{ Capítulo 21 } Maratón 3/10

By Unknown - 14:12



veía a Justin cuando me despertaba. Veía a Justin mientras
comía un bol de cereal. Lo veía en sexualidad humana,
donde parecía estar intentando romper el récord por la mayor
cantidad de insinuaciones en una hora. Lo veía en el trabajo donde
asaltaba mi correo electrónico. Lo veía cada noche en la cena. Lo veía ir y
venir del baño. Lo veía en nuestra estúpida mediación, la cual era tan inútil
como medias con sandalias.
Lo. Veía. En. TODAS PARTES.
Jamás había pasado esta cantidad de tiempo con alguien con
quien no estaba relacionada, nunca. Me escapaba a lo de Megan cada
vez que podía, incluso con los olorosos chicos que se encontraban siempre
allí. Estábamos demasiado destruidas como para salir, pero a veces
dábamos caminatas por el campus, o cerca del apartamento.
—Mi sofá está abierto cuando quieras —dijo cuando le conté sobre
la apuesta más nueva—. Estoy segura de que si le dijeras a la residencia
sobre eso, harían algo.
—He estado allí, he hecho eso. —Había intentado otra vez con
residencia, pero sólo me decían que continuara con mediación. Todavía
lidiaban con todos los compañeros de cuarto de los de primer año
tocando musicales, así que tal vez para el final de octubre yo sería capaz
de hacer algo.
—¿Estás segura de que quieres que se vaya?
—Sí. Cuanto más tiempo paso con él, más quiero que se vaya. Sólo...
no puedo. —Pateé una piña y unos pasos después, la aplasté con mi pie
en un satisfactorio sonido.

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—Lo sé, lo sé.
Dimos unos pasos más. Megan se detuvo. Sabía que quería decir
algo más, pero estaba haciendo esa cosa de la espera que hacía cuando
quería fingir que ya había cambiado de tema.
—Sé que has pasado por mucho, y nadie jamás te culparía por
rendirte en los hombres, pero ¿alguna vez has pensando que no puedes
dejar que un chico arruine a todos los chicos?
—Seguro, he pensando en eso. No lo sé, Meg. Pienso en eso y luego
recuerdo aquella noche, y todo vuelve a mí. No puedo ver a alguien de
esa manera sin acordarme de esa noche. —No hacía frío, pero envolví mis
brazos alrededor de mí misma y tiré de las mangas por encima de mis
manos.
—¿Terapia no ayudó? —Conocía la respuesta, pero tenía que hacer
la cosa de la amiga y preguntar de todas formas.
—Tuve una serie de terapeutas interesantes que no sabían realmente
qué hacer conmigo. Lo intentaron, pero creo que simplemente no pude
ser ayudada. ¿No lo has oído? Soy una causa perdida.
—Nadie es una causa perdida, ni siquiera tú.
—No lo sé, Meg, estoy bastante jodida.
—¿Has conocido a mi novio? Cree que correr en el medio de la
noche fingiendo que es un elfo es algo bueno. Si eso no es jodido,
entonces no sé lo que es.
—Lo amas, sin embargo.
Suspiró, una pequeña sonrisa en su rostro.
—Sí, lo amo. Sólo que no amo a sus apestosos amigos. No tienes idea
de lo mucho que gasto en aerosol para la habitación y refrescantes
ambientales. Debería comprar acciones en esas cosas.
—Ahora sé qué regalarte para Navidad.
—Por favor, lo más fuerte que encuentres. No me importa si mi casa
huele como si una calabaza hubiera vomitado sobre ella.
—Vómito de Calabaza. Lo tengo. No estoy segura de que sea una
esencia oficial de Yankee Candle::, pero lo chequearé.
Reímos y seguimos hablando sobre otras cosas. Megan jamás insistía
en cosas que yo no quería hablar, la cual era una de las razones por la
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Yankee Candle: Marca de velas aromatizadas.
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cual me gustaba tanto. No era agresiva en tu cara. Era dulce y leal y haría
cualquier cosa por sus amigos. Incluso los amigos de su novio que les
gustaba aprovecharse. Uno de estos días, iban a presionarla demasiado.
Había visto a Megan enojada, y no era lindo.
En realidad, uno de mis terapeutas había descubierto una manera
para que yo lidiara con algunos de mis problemas. Todo lo que necesitaba
era un poco de pintura en acuarela, pajitas y papel. Decidí tratarme a mí
misma y bajé a la sección de arte de la librería de la escuela y derroché en
el verdadero negocio.
Esa tarde tenía el lugar para mí sola. Darah había salido en una cita
con Mase, y Renee estaba en la biblioteca otra vez. No sabía donde se
encontraba Justin hasta que entró cuando yo me soplaba los sesos con
una pajita.
—Así que esto es lo que haces cuando no estoy por aquí.
Soplé el resto de las gotas de pintura hacia la esquina del papel.
Trabajaba en una pieza azul calmo, mezclándolo con un poco de verde
para que luciera como el océano. Algunas personas en realidad
intentaban hacer una pintura, pero a mí sólo me gustaba usar los colores
para ver qué podía hacer y luego intentar encontrar imágenes en el
desastre. Como nubes.
—Se lo llama pintura soplada —dije, sacándome la pajita de la
boca. Ante la palabra "soplada" sus cejas se levantaron rápidamente
hacia su frente.
—¿Eso es todo? —Dejó caer su bolso y vino a examinar mi trabajo.
Giró la cabeza de lado a lado, como si estuviera intentando descubrir qué
era.
—No se supone que sea nada —dije.
—Oh.
—Sólo lo hago a veces. —De repente, quería esconder mi pintura.
No era como si fuera nada especial. Picasso, no lo era, pero era algo
personal que hacía y no lo compartía con mucha gente.
Justin volvió a mirarla, luego de frotarse el tatuaje. Uno, dos, tres.
Algún día iba a borrarlo.
—¿Tienes otra pajita? —Le entregué una, y se detuvo encima de la
pintura—. No te molesta, ¿o sí?
—No, adelante. —Al menos había preguntado.
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Metió la pajita en la pintura de azul oscuro, asegurándose de que
tenía una cantidad decente antes de dejarla caer en la página e inflar sus
mejillas y soplar la gota de pintura tan lejos como fuera. La gota se dividió
en varias gotas, y se separaron las unas de las otras con una ráfaga de
aire, haciendo que la pintura luciera como si estuviera explotando. Se sacó
la pajita de la boca y lo examinó.
—Creo que necesitas un poco más de azul oscuro aquí —dijo,
señalando a una esquina a la que no había llegado todavía. Giró su
cabeza, y nuestras narices casi se tocan. Rió un poco, su respiración
moviendo los pequeños mechones de cabello que se habían escapado
de mi cola de caballo.
—Adelante —dije. Pareció sorprendido por un segundo—. La pintura.
Adelante. —Mi cerebro parecía ser únicamente capaz de disparar algunas
palabras a la vez.
Su boca se abrió sólo un poco, y mis ojos se detuvieron en sus labios.
Eran unos labios muy bonitos. Llenos, para un chico, pero lucían como si los
hubiera untado con manteca de cacao Chapstick. Por todo lo que sabía,
la mantenía en su bolsillo y sólo la aplicaba cuando estaba solo. Parecía
como algo que él haría.
Lentamente llevó la pajita a sus labios. Divertido, no parecía tener
una respuesta rápida, pero una vez más, tampoco la tenía yo.
Fue el primero en romper el contacto visual, y sentí como si todo mi
aire hubiera sido succionado cuando lo hizo. Agarré mi pajita y la metí en
la pintura verde. Hice una esquina y él hizo la otra, y de alguna manera
nuestras pinturas se unieron. Sin dudarlo, puso nuestras cabezas juntas y
siguió alocándose en la pintura hasta que no pudo conseguir que fuera
más allá. Nuestras cabezas se golpearon, y ambos dejamos caer nuestras
pajitas.
—Ow —dije, frotándome el punto.
—Lo siento, Missy. ¿Estás bien? —Jesús, era sólo un pequeño golpe.
—Sí, nada grave —dije, bajando la mirada a nuestra obra maestra.
—¿Segura? —Levantó las manos, como si quisiera chequear y
asegurarse, pero no quería tocarme por miedo a que enloqueciera. Me
conocía demasiado bien.
—Sí.
—¿Más azul?
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—Jamás puedes tener suficiente azul —dije, levantando mi pajita
otra vez.
Para cuando Renee volvió de la biblioteca, habíamos hecho otra
pintura, esta en tonos de otoño.
—Creo que esa es un guardián. Debería ir detrás de la puerta. Puedo
conseguir un marco si quieres.
—No es tan genial, Justin.
—¿Qué no es genial? —llamó ella luego de volver de la cocina con
una banana, una cuchara y un frasco de mantequilla de maní. Ugh.
Odiaba las bananas con la pasión ardiente de mil soles.
—Te hicimos una pintura —dije en una voz de niña fingida—. Aquí
estoy yo, y esta eres tú, y esos son Darah y Mase y Justin.
—Es hermoso, querida. Este va a ir justo al lado de la A que te
sacaste en tu examen de ortografía —dijo, siguiendo el juego.
Justin me miraba como si me hubiera crecido otra cabeza.
—¿Qué? —dije.
—Eres tan extraña a veces.
—Lo dice el chico que tiene una venganza contra los hombres lobos.
—Oye, no pueden controlarse a sí mismos durante las lunas llenas.
Son completamente impredecibles.
—Oye, se ven mucho mejor sin camiseta. Además, todavía tienen
corazones latiendo. Tener sexo con un vampiro es como tener sexo con un
cavare. No me gusta eso —dijo Renee, poniendo un poco de mantequilla
de maní en el extremo de la banana. Me vio observándola—. ¿Quieres un
poco? Oh, cierto, lo olvidé.
—¿Olvidaste qué?
—Tay odia las bananas.
—Oh, ¿en serio? —Aquí vamos. El chico con el que había hecho una
pintura soplada hace un segundo se había ido y el chico que siempre
intentaba meterse en mis pantalones estaba de vuelta.
No respondí, pero comencé a levantar las cosas de pintura. No me
gustaba hacerlo con mucha gente alrededor. Era algo personal. Justin
era la primera persona con la que había hecho uno en realidad, pero él no
lo sabía.
—Lo siento, pero tú fuiste directo a esa —dijo él.

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