{ Capítulo 31 }

By Unknown - 15:56



Me evitó al día siguiente, incluso en el trabajo. Teníamos tres
carros de documentos y cosas que re ordenar en las
estanterías cerradas, lo que significaba que íbamos a estar
solos allí arriba por horas. Por suerte, llevé la radio y la prendí tan pronto
como rodamos los carros, Dolly y Daisy y Dulcie, fuera de los ascensores.
Uno de los otros trabajadores estudiantes había nombrado todos los carros
y les había puesto pequeñas caras de vaca.
Entendía la obsesión de nombrar objetos inanimados. Prueba A:
Sassy, mi auto.
Él agarró a Dolly, que tenía el principio del alfabeto, así que yo
agarré a Dulcie, que estaba al final. Tendríamos que trabajar juntos
cuando llegáramos a Daisy, pero tal vez no llegaríamos a eso hoy, y luego
uno de los otros trabajadores estudiantes lidiaría con ello.
Terminé mi primer carro más rápido de lo que me hubiera gustado.
Había muchos libros grandes en él que tenían justo el número de fila
correcto, así que me senté allí con el carro vacío. Podía oír a Justin
trabajar silenciosamente, pero no sabía si había terminado. Dios, qué
bebé. Sé fuerte.
Llegué al carro justo cuando Justin lo hizo. Por supuesto.
—Vamos —dije, arrastrando el carro hacia el pasillo a la derecha.
Comencé a agarrar las cosas y ponerlas en los estantes. Estaban
relativamente en el lugar correcto. Una mano se extendió para
detenerme.
—Sé que dijiste que no querías esto, pero la cosa es, que no te creo.
—Sostuvo mi muñeca con suavidad, pero yo parecía no poder moverme.
::
Puso sus manos en mi cintura y lentamente me giró, como si
estuviéramos bailando. Nos encontrábamos frente a frente, y no podía
escapar de su intensa mirada. Sus ojos estaban fijos en los míos y no iban a
dejarme ir.
Estaba atrapada.
—Mírame y dime que no quieres que te bese. Dime que no te gusta
cuando hago esto —dijo, pasando su mano por mi brazo—. Dime que no
te gusta cuando toco tu cabello... —Así lo hizo, cepillándolo detrás de mi
oreja—. Dime que no te gusta cuando toco tu rostro. —Pasó sus manos por
mis mejillas, moviéndolas hacia mi frente y luego bajándolas. Frotó ambos
pulgares sobre mis labios—. Dime que no te gusta cuando hago esto. —
Inclinó más cerca su cabeza, deteniéndose justo antes de llegar a mis
labios—. Dime que me detenga y lo haré. Estás a cargo, Missy.
Oh, pero no lo estaba. Jamás había estado tan lejos de estar a
cargo en mi vida. Odiaba ser tan descontrolada con él. Esta era sólo la
segunda vez que pasaba, la primera había sido la noche del sábado y el
incidente del sillón reclinable. Cerré los ojos y oré a quien sea para que me
escuchara y me diera algo de control para poder decir que no.
No era una adolescente cachonda con las hormonas
revolucionadas. Era _____ Cladwell, la Reina de Hielo. Así era como me
llamaban en la secundaria. Los chicos me habían evitado por miedo a que
congelara sus pelotas. O eso habían dicho. No me importaba. Hacía las
cosas más fáciles. Cualquier chico que había querido intentar abrirse paso
a través de mi exterior había sido rápidamente aplastado como un insecto.
Justin era diferente. Había visto a través de mi exterior, a través de
la pared de espinas enmarañadas que me resguardaban. Y allí estaba él,
preguntándome si quería dejarlo intentar abrirse paso a través de mí.
La respuesta era sí.
Y no.
Iba a ir al infierno.
Me incliné adelante hasta que nuestros labios se encontraron. Esta
vez me esperó. Me acerqué más, y respondió, atrapándome contra la
estantería y devorándome una vez más. ¿Sus besos siempre eran suaves?
Esperaba que no.
Mis manos estaban atrapadas debajo de mi cabeza así que no
podía tocarlo, pero él estaba presionado contra mí, así que podía sentirlo
en cada centímetro de mi cuerpo, incluso a través de nuestra ropa. Dejé
::
que mis preocupaciones por el control se desvanecieran, como soltar del
cordón de un globo y verlo flotar lejos. Justin exigía mi atención.
Hice un pequeño sonido de gemido y rió, disminuyendo nuestros
besos para que fueran más dulces. Además, podía respirar mejor. No como
si importara respirar demasiado en ese momento. Era secundario.
Tiré de mi cabeza hacia atrás, sintiéndome mareada.
—No me gustas —susurré, dándole un último beso suave.
—Seguro —dijo Justin, estirando una mano a mi lado. Pensé que iba
a atacarme, pero sólo buscaba un libro—. Tú sigue diciéndote eso. —Dejó
el libro encima de mi cabeza, mirándome y sonriendo lentamente—.
Vuelva a trabajar, señorita Caldwell.
Agarré el libro más cercano y lo golpeé con él.
—Amargo. Me gusta el chocolate amargo.
***
Esa noche una barra de un caro chocolate amargo encontró su
camino en mi almohada. Me pregunto cómo llegó allí. La levanté y
encontré algo más. Una caja de terciopelo negro. Qué. Demonios.
Con manos temblorosas, la recogí, mi cerebro diciéndome que
debía haber caído allí por error. Tal vez Renee la había dejado en mi
habitación, o pensó que era mío, o tal vez era un regalo de Mase para
Darah y él había decidido esconderlo en un lugar donde ella no lo
encontraría o...
Sólo abre la maldita caja.
Lentamente, con un pequeño chirrido, la caja se abrió. Joder, joder,
joder, JODER.
Había un anillo adentro. Para, los dedos y eso. Era precioso, con una
piedra azul claro en el medio, rodeada por lo que pensaba que podrían
ser diamantes (y rogaba que fuera zirconia cúbica::) y luego una doble fila
de piedras verdosas de diferentes tamaños, todas envueltas en plata. Me
hizo pensar en la pluma de un pavo real.
—No es lo que crees —dijo Justin, asustando toda la mierda fuera
de mí de una sola vez. Dejé caer la caja.
::
Similar al diamante, más económico.
::
—Debo volver a colocarme el corazón —dije, intentando recordar
cómo respirar.
—Vaya, no creí que recibiría tal reacción. —La levantó y la miró
antes de sostenerla para mí.
—¿Qué?
coherentes.
¿Cómo?
¿Por
qué?
—No
podía
formar
palabras
—Es un anillo. Es para tu dedo. Lo compré, y pensé que te gustaría. Y
es para pedirte perdón por todas las cosas imbéciles que he hecho. Pensé
en tomar todas las precauciones.
—¿Anillo?
—Sí. Anillo. Justin —dijo, apuntando a su pecho.
—Missy —dijo, apuntándome a mí.
Bajé la mirada a la cosa brillante. Era tan bonito. Era la cosa más
bonita que había visto en mi vida. Como si alguien hubiera diseñado un
anillo sólo para mí.
—No es lo que crees que es. Es un anillo de disculpa. Es un anillo "lo vi
y pensé en ti". No es un anillo de compromiso. Los anillos de promesas son
estúpidos, y sabes que no te estoy proponiendo matrimonio. No me casaré,
jamás. Entonces. Esto es un anillo. Sólo un anillo para tu lindo dedo. Hice
que lo hicieran a tu tamaño.
—¿Cuándo?
—Medí tu dedo mientras estabas durmiendo una noche.
—¡¿Qué?!
Se rió de mi cara todavía aturdida. —¡Bromeo! Maldita sea, eres rara
cuando eres sorprendida por joyería. Tendré que hacerlo más a menudo.
Me robé uno de los que tenías en el armario que sé que usas mucho.
—¿Lo mandaste a hacer para mí?
—Algo así. Vi el anillo con el azul y los diamantes, y sólo pensé que
podría añadírsele más para hacer algo que amaras. ¿Te gusta?
Mis oídos se encogen ante la palabra diamante. Tal vez lo había
escuchado mal. Los diamantes eran caros.
—No me gusta. Es la cosa más hermosa que jamás he visto.
—Podría decir lo mismo sobre ti. —Levanté la mirada a su rostro para
encontrarlo sonriéndome.
::
—¿Te lo pondrías? ¿Por mí?
Sacó el anillo de la caja y me lo enseñó. Lo deslicé por mi dedo
anular derecho. Demasiado simbolismo con el izquierdo, al menos en los
Estados Unidos. Se ajustaba como si hubiera sido hecho para mí. Era tan
brillante que apenas podía apartar la mirada de él.
—¿Cómo te va? —dijo Justin, tomando mi mano y girándola para
que el anillo brillara.
—Perfecto. —Todavía no comprendía el hecho de que Justin me
había comprado un anillo con diamantes y Dios sabía qué más, como si no
fuera nada.
—¿Cuánto? —dije.
—El precio no importa.
—Creí que no aceptabas dinero de tu familia.
—No lo hice. Lo compré yo mismo.
—¿Con qué dinero? —Tenía que ser locamente caro. Él no se
encontró con mi mirada cuando la levanté.
—No te preocupes por eso. El dinero no tiene sentido.
—No, la tiene. Dime cuánto estaba.
—Si lo hago, vas a enloquecer como lo hiciste sobre la casa, y luego
me veré forzado a besarte otra vez. ¿Quieres que te bese otra vez?
—No es mi culpa que sigas intentando besarme. ¿Cuánto te costó el
anillo?
Agarró mis manos y trató de plantar un beso en mí, pero lo esquivé.
—¿Me estás pidiendo que vuelva a patearte los huevos? Porque de
seguro lo haré.
—¿Por qué no puedes reaccionar como una chica normal?
Cualquier otra persona sería un charco de baba a mis pies.
—No le diste este anillo a cualquier otra chica, me lo diste a mí. Así
que lidia con eso.
—¿Quieres que lo regrese? Estoy seguro de que pueden partirlo y
usar las piedras para otro anillo.
—¡No! —Sería un crimen destruir una cosa tan adorable. No que
estuviera muy metida en la joyería pero esto era algo diferente. Esto no era
un anillo. Era una obra de arte.
::
—Bien entonces. Así que supongo que te gusta.
—Me encanta.
—Tengo mis reservas acerca de ti llevando una pluma de pavo real
en el dedo, pero eso sólo es una representación de una, así que supongo
que está bien. Sólo... ten cuidado.
—Los pavos reales no son de mala suerte para mí —dije. Él no tenía
idea de lo que significaban para mí. O tal vez sí—. ¿Cuánto, Justin?
—No es importante, Missy. Tú eres más importante que el dinero. Fin
de la discusión. —Quería preguntarle otra vez si era bipolar. ¿Cómo podía
decir cosas como esas y luego hacer un comentario sobre mi trasero al
segundo? Era un acertijo—. Así que lo único que te queda por hacer es
agradecerme. Conozco una manera realmente especial en que podrías
agradecerme, pero es tu elección. —Y allí estaba él de nuevo.
—Bien —dije, teniendo una idea.
Torcí mi dedo para que él se acercara. Levanté la cabeza como si
fuera a darle un beso húmedo. Me mordí el labio y su rostro se quedó en
blanco por un momento. Ja.
Fui por su boca lentamente, pero me moví al último segundo,
capturándolo por la mejilla para un beso a la velocidad de la luz.
—Gracias —dije alegremente antes de alejarme de él. Necesitaba
algo de espacio para poder respirar.
—Provocadora. Eres una provocadora, Missy.
—Sabes que me amas.
Sacudió su cabeza. —Nop, aún no me gustas —dijo con un suspiro.
—Mentiroso —repliqué.
—Hipócrita. —Se paró más cerca de mí.
—Idiota.
Sonrió lentamente. —Preciosa.
—Imbécil.
—Sexy. —Estaba viniendo hacia mí, y no podía detenerlo. De alguna
manera tenía que hacerlo.
—Detente.
—Vamos.
—Luz roja.

  • Share:

You Might Also Like

3 comentarios