—¿Ocultar qué?
—No eres imbécil y no puedes jugar muy bien. —Alcanzó el cheque,
pero llegué primero.
—Entonces, ¿por qué no me dices qué demonios es esto? —Lo
sostuve en frente de su cara y vi cómo todo el color desapareció.
Impresionante.
—Devuélvemelo. —Quiso agarrarlo, pero yo había estado en
kickboxing esta semana, y mis reflejos se hallaban encendidos.
—Dime qué es.
—Devuélvemelo —dijo con los dientes apretados.
Di un paso atrás, poniendo el cheque a mis espaldas. Iba a
apoderarse de él, porque, seamos sinceros, era más alto y más fuerte. Pero
al menos podría ser capaz de averiguar de qué se trataba todo esto.
—Dime qué es. ¿De dónde sacaste ese dinero?
—Dame. El. Cheque.
Nunca había visto tan enojado a Justin. Nunca. Sus ojos azules
brillaban con ello. Por primera vez, tenía miedo de él. Pero eso no significa
que iba a dárselo antes de saber qué diablos era.
—Cuéntame —dije en voz baja, retrocediendo hasta que mi espalda
chocó contra mi cama.
—Juro por Dios que si no me das eso en los próximos cinco segundos,
te lo voy a quitar y no voy a ser muy amable en ello.
Negué con la cabeza. —Bien.
Se lanzó hacia mí, pasmándome así que quedamos en mi cama.
Luché, pero él tenía el peso y el impulso de su lado.
—¡Suéltame!
—No hasta que me lo des.
—Dime y lo haré.
Eso sólo parecía ponerlo más loco, y me agarró del brazo, tirándolo
alrededor mientras luchaba.
—Me haces daño.
No respondió.
Seguimos luchando hasta que finalmente se apoderó de ello.
::
—Gracias. Ahora vete a la mierda —dijo mientras se levantaba. Yo
jadeaba, pero él no. Pero al menos los dos nos sentíamos molestos ahora.
—¿Qué?
—Vete a la mierda —rugió.
—¿A dónde se supone que voy a ir?
—Ese no es mi problema.
—No me voy —dije, cruzando los brazos.
—Entonces voy a tener que sacarte.
—Me gustaría ver que lo intentes.
Con acero en sus ojos, me alcanzó. Peleé, pero me lanzó sobre su
hombro y se dirigió hacia la puerta, más allá de Renee y Paul, que tenían
una pelea de cosquillas en el sofá, y salió al pasillo dejándome allí. Traté de
darle una buena patada o un puñetazo, pero fue capaz de evitarlos.
—No toques mis cosas. Nunca. —Cerró la puerta en mi cara y puso el
cerrojo.